United States or Central African Republic ? Vote for the TOP Country of the Week !


Y ella, la palomita sin jiel, la rosita de Abril, ¡tan buena siempre conmigo! ¡protegiéndome, como si fuese mi virgensita!... Cuando mi mare se enfadaba porque jasía yo una de las mías, ya estaba Mari-Crú defendiendo a su pobresito José María... ¡Ay, mi prima! ¡Mi santita dulce! ¡Mi sol moreno, con aquellos ojasos que paesían hogueras! ¿Qué no hubiese hecho por ella este pobresito gitano?... Oiga su mersé, señó.

Ya se fueron. ¡Mira cómo brilla la luna! ¡Mira qué campos tan hermosos y cuántas flores!... Un palacio de cristal... Delante hay una niña jugando con un gatito blanco... ¡Qué precioso!... Es más bonito que el Rojo... Déjame jugar con ella, Luis... Jugarás cuanto quieras, y te compraré un gatito y una palomita blanca que venga a comer a tu mano. No, no quiero que gastes dinero.

¡No puede ser! dijo Timoteo inundado de gozo. ¿Que no puede ser? chilló el cura abalanzándose a él y sujetándole por la solapa de la levita. ¿Cree usted que yo no soy capaz de pisarle la cara? No es eso. Lo que yo quería decir es que me extrañaba que un muchacho tan inocente, que parecía una palomita sin hiel...

Bendito sea tu pico, palomita exclamó dirigiéndose á su mujer. Nada dices, mi alma, que no esté puesto en razón. Ahora mismito voy á ordeñar. Eladia, enciende el farol. Vamos, déjate de palabras necias y arrea. ¡Que viva, eh! decía Martinán guiñando el ojo á los tertulios. ¡Vaya una mujercita despachada!

¡Una palomita! exclamó D. Jeremías sonriendo sarcásticamente. ¡Una palomita!... ¡Un raposo! profirió con grito horrísono. Un raposo a quien hay que cortar las orejas, a quien hay que desollar vivo. Y comenzó de nuevo a dar paseos agitados lanzando al mismo tiempo tremendas imprecaciones. Al fin se dejó caer en una silla y se puso a contar lo que le pasaba. No era eso lo peor.

Las exclamaciones de Suárez ¡Olé, mi niña! ¡Bendito sea tu salero! ¡Alza, palomita, alza! y otras por el estilo, que soltaba en las pausas del canto, me parecían groseras e impropias. Pero observé que ellas no las tomaban a mal, por lo que vine a entender que eran el acompañamiento natural y obligado de aquel baile. Cuando éste terminó, la hermana María de la Luz corrió a sentarse avergonzada.

No, señorita, de ninguna manera... No puedo hacer eso... ¿Por qué, tonta? ¿No ves que es por mi bien? Si yo dejara de librarme de algunos días de purgatorio por no hacer lo que te pido, ¿no tendrías un remordimiento? Pero mi palomita del alma, ¿cómo quiere usted que yo la maltrate, aunque sea para su bien?

Había entrado en la casa cuando María apenas contaba un año para servirla de niñera, y nunca más la dejó, siendo ejemplar notable de criada fiel y consecuente. ¿Desde cuándo está ya vestida mi palomita? Hace ya cerca de una hora, Genoveva. Creí escuchar las campanas y me engañé. Ahora suenan de veras. No perdamos tiempo; toma los paraguas y vámonos...

Julián pertenecía a la falange de los pacatos, que tienen la virtud espantadiza, con repulgos de monja y pudores de doncella intacta. No habiéndose descosido jamás de las faldas de su madre sino para asistir a cátedra en el Seminario, sabía de la vida lo que enseñan los libros piadosos. Los demás seminaristas le llamaban San Julián, añadiendo que sólo le faltaba la palomita en la mano.

Y el baile en el atrio lleno de luz, el templo sembrado de hojas de hinojos y espadaña que magullaron los pisotones, alumbrado, más que por los cirios, por el sol que puerta y ventanas dejaban entrar a torrentes, los curas jadeantes, pero satisfechos y habladores, el santo tan currutaco y lindo, muy risueño en sus andas, con una pierna casi en el aire para empezar un minueto y la cándida palomita pronta a abrir las alas, todo era alegre, terrenal, nada inspiraba la augusta melancolía que suele imperar en las ceremonias religiosas.