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De golpe lo comprendió todo Julián... y la sangre le dio gozoso vuelco. ¡Señorito...! Ea, despachar, que corre prisa.... Tiene usted que acompañarme a Santiago y necesitamos llegar a Cebre antes de mediodía. ¿De veras viene usted? ¡Mismo parece cosa de milagro! Yo estuve hoy arreglando la maleta. ¡Bendito sea Dios! Pero si usted determina que me quede aquí entretanto.... ¡No faltaba otra cosa!

El tiempo corría sin interrumpirlas. De abajo no llegaba noticia alguna. A eso de las diez reconoció Julián que sus rodillas hormigueaban con insufrible hormigueo, que se apoderaba de sus miembros dolorosa lasitud, que se le desvanecía la cabeza. Hizo un esfuerzo y se incorporó tambaleándose. Una persona entró.

Ahora pues, cotejese las ventajas que gozaban los de Sierra Morena con las infelicidades de los de San Julian y Rio Negro, y justamente podrá decirse que allí todo era gusto y alegria, y aquí todo infelicidad y tristeza.

Esperé a que se acabasen las elecciones dichosas, porque creía que saldríamos de aquí y entonces se me pasaría el miedo.... Yo tengo miedo en esta casa, ya lo sabe usted, Julián; miedo horrible.... Sobre todo de noche.

La procesión se organizaba; San Julián había descendido del altar mayor; la cruz y los estandartes oscilaban sobre el remolino de gentes amontonadas ya en la estrecha nave, y los mozos, vestidos de fiesta, con su pañuelo de seda en la cabeza en forma de burelete, se ofrecían a llevar las insignias sacras.

Juan José Lezica Martin Gregorio Yanis Manuel Mancilla Manuel José de Ocampo Juan de Llano Jaime Nadal y Guarda Andres Dominguez Tomas Manuel de Anchorena Santiago Gutierrez Dr. Julian de Leiva Baltazar Hidalgo de Cisneros Cornelio de Saavedra Dr. Juan Nepomuceno Sola Dr. Juan José Castelli José Santos de Inchaurregui. Licenciado, D. Justo José Nuñez, Escribano público y de Cabildo.

Por muy perfecta casada que hiciese Nucha, su condición y virtudes la llamaban a otro estado más meritorio todavía, más parecido al de los ángeles, en que la mujer conserva como preciado tesoro su virginal limpieza. Sabía Julián por su madre que Nucha manifestaba a veces inclinación a la vida monástica, y daba en la manía de deplorar que no hubiese entrado en un convento.

Los muchos trabajos que mediaron para fijar el de San Julian, ya en el tiempo que acampó la gente en el Puerto Deseado, donde la poca constancia y sufrimiento del oficial comandante de la tropa, y contador interino, sedujeron é intimidaron á los demas; en términos que por evitar mayores inconvenientes se vió obligado el Super-intendente D. Antonio de Viedma mandarlos á disposicion del Exmo. Sr.

Y con esto dióle un criado para mayordomo que le gobernase la casa y le tuviese cuenta del dinero del gasto, que nos daba remitido en cédulas para un hombre que se llamaba Julián Merluza.

No, señor; no, señor; poco a poco replicó acaloradamente Julián . No sólo estamos obligados a ser buenos, sino a parecerlo; y aún es peor en un sacerdote, si me apuran, el mal ejemplo y el escándalo, que el mismo pecado. Usted bien lo sabe, Eugenio; lo sabe mejor que yo, porque tiene cura de almas.