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Después que D. José y todos los fieles a coro dijeron buena porción de oraciones, que a nuestro joven le parecieron una misma, o por lo abstraído que estaba, o porque en realidad no discrepasen mucho unas de otras, rompió el excusador a cantar alto y tendido un villancico a la Virgen sin acompañamiento de órgano, porque no lo había, ni de instrumento musical alguno.

La música aquella le retozaba en la epidermis, haciéndola estremecer con un sentimiento indefinible que no podía expresarse sino llorando. «Yo debo de ser muy bruta pensó, alejándose , porque me gusta más esta música de los pianitos de la calle que la pieza que toca Olimpia, y que dicen que es cosa tan buena. A me parece que, cuando la oigo, me aporrean los oídos con la mano del almirez».

Había sorprendido a primera hora las conversaciones de algunos de la banda, que comentaban con orgullo lo ingenioso de su burla. Al espiar a Ojeda en la noche anterior y enterarse de su buena suerte, habían tenido un conciliábulo en el fumadero, despertando después al jefe de la música para encargarle esta alborada. Era una felicitación que le dirigían los antiguos amigos de Nélida.

Enviábale este aviso, según la costumbre, la dama que había hecho la guardia el día antes, y era esta una buena mujer, sencilla y piadosísima, que, desechando como terribles calumnias las voces que corrían, apresuróse a cumplir con su deber avisando a Currita y dejando al arbitrio de la dama el acudir o no acudir a la cita de Palacio.

A la buena llaman los Moluches Toquichen, que quiere decir gobernador de la gente. Los Taluheches, y Diviheches, la llaman Soychu, que significa en su lengua el Presidente de la tierra, de la venida fuerte. Los Tehuelches, Guayava-cuni, esto es, Señor de los difuntos.

Cuando me recobré del susto, lo primero que vi á mis pies fué una enorme muñeca fresca, sonrosada y en camisa. «Esta buena pieza es la que ha causado el destrozo», dije para mis adentros, lanzándole una mirada iracunda que la muñeca aparentó no comprender.

Está usted desmejorado le decía Somoza. Cuidado repetía Visitación. Y él mismo notaba que su rostro perdía la lozana apariencia que había recobrado en aquellos meses de buena vida, de ejercicio y abstinencia que él, prudentemente, había observado antes de dar el ataque decisivo a la fortaleza de la Regenta.

Siento mucho tener que vestirme en su presencia, pero nuestra situación no es para entretenernos en escrúpulos de buena crianza. Termino en un momento. Y el gigante, levantando sus ropas del suelo, se vistió apresuradamente.

Ya, ya te entiendo. Te haces la humilde para disimular mejor tu soberbia... Todo te lo perdono; ya sabes que te quiero, que soy buena para ti... En fin, me conoces... ¿Qué dices? Nada, señora, no he dicho nada, ni tengo nada que decir murmuró Nina entre dos suspiros hondos . Quédese con Dios.

Pronto divisé un grupo de niñas de su misma edad que se aproximaba; en el centro venía una completamente enlutada, morenita, con grandes ojos negros y profundos que debía de ser la causante de los temores de Asunción. Luisa se levantó a recibirlas y echó una carrerita para cambiar con ellas buena partida de besos cuyo rumor llegó hasta mis oídos. Asunción no se movió.