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Principalmente en los dramas religiosos, largo tiempo antes se hacía alarde de un aparato escénico extraordinario, si bien en ellos, como en los mitológicos, y en las composiciones fundadas en tradiciones románticas de la Edad Media ó en los libros de caballerías, su mismo objeto las limitaba más ó menos á contenerse en determinado círculo.

La primera vez que nombraba al Conde Luis d'Arda lo hacía al hablar de poesía y de arte, y ese nombre volvía después con más frecuencia, siempre con motivo de libros y cosas literarias. Íntimo amigo de su padre, compañero de su juventud, el Conde era una de las rarísimas personas que frecuentaban la casa Abizzoni. La jovencita emitía a su respecto juicios muy favorables.

-Este libro es -dijo el barbero, abriendo otro- Los diez libros de Fortuna de Amor, compuestos por Antonio de Lofraso, poeta sardo.

Otro de sus motivos favoritos de conversación era explicar la causa de la tirria que tenía a los Borbones, citando continuamente como uno de los libros que más le entusiasmaban, un folleto publicado a raíz de la Revolución del 68, en cuyas páginas figuraba la estadística de las víctimas que aquella dinastía costó a España desde que Felipe V entró a reinar.

La blague sube de punto si se sostiene además que la novela del día debe estar atiborrada de enseñanza, debe ser conjunto de documentos humanos y debe contener más honda doctrina que la de los libros destinados a enseñar y no a deleitar.

Escudero puso a disposición de su esposa y de su hija una cantidad respetable, la cargó en sus libros y no volvió a ocuparse del asunto.

Era sana como un coral, muy ingenua, sobre todo, y diligente y animosa. Pintaba un poco, tocaba regularmente el piano y leía con gusto los buenos libros de imaginación. No era una artista; pero sentía y saboreaba el arte a su manera. ¡Y el bendito de su padre, sin acertar a leer lo que estaba tan a la vista en aquel libro tan abierto!

Lo que comúnmente se llama Historia, es decir, los abultados libros en que sólo se trata de casamientos de Reyes y Príncipes, de tratados y alianzas, de las campañas de mar y tierra, dejando en olvido todo lo demás que constituye la existencia de los pueblos, no bastaba para fundamento de estas relaciones, que o no son nada, o son el vivir, el sentir y hasta el respirar de la gente.

Por último, caballeros, que Manila progresa lo atestiguan los libros de caja de Roensch y Madama Sprin. Sin querer hemos llegado á la caja, es decir hasta el dormitorio de la moda. Hemos presentado el teatro. Respetemos los bastidores....

Me abrazó de todo corazón, me declaró que tenía un gran talento, se asombró de que se hubiera revelado de golpe y tan pronto y me predijo como cosa infalible, una posición moral, capaz de enloquecerme. Me propuse que Magdalena gozase los primeros augurios de mi celebridad y le mandé mis libros al señor De Nièvres.