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¿Serás, además, constante y bondadoso amigo mío, sin guardarme rencor y pagándome como debes la amistad pura que yo te profeso y la estimación con que te miro? Seré tu mejor amigo, como lo mereces. Juanita, entonces, se levantó de un brinco, dejando libre a don Andrés, que se levantó también, algo maltrecho, mohíno y humillado por la derrota.

Esto dicho, dejando a Clavileño, con gentil continente se volvieron por donde habían venido.

¡Callar más tiempo me oprimía el pecho! y dejando el amor su encierro estrecho, entró en el alma de la amada mía. ¡Mas vió en el templo su candor inerte y en su ara triste, al soplo de la muerte, un resplandor que en sombras se extinguía! Enero, 1920. Consagrado al periodismo, es ahora redactor de "El Debate". Antes lo fué de "La Vanguardia".

Asal procura disuadirle de aquel intento, dejando entrever que los hombres no están preparados para tanta verdad y que tal vez no lo estarán nunca. Hay, no obstante, persiste en su empresa y Asal se deja convencer y le sigue. Logran hallar un barco, navegan en él y arriban al país de donde Asal había venido.

Mas si, por acaso, mi querida amiga, segura de mi renuncia, la toda recompensa terrestre, me permitiese desarrollar junto a usted, en un día de soledad, las agitadas confidencias de mi pecho, seguramente que realizaría un acto de inefable misericordia, como en otro tiempo la Virgen María, cuando animaba a sus adoradores, eremitas y santos, descendiendo en una nube y otorgándoles una sonrisa fugitiva, o dejando caer entre sus manos levantadas una rosa del Paraíso.

Convalecidos éstos, empleó todos sus pensamientos y celo en la chusma de los grumetes del navío, tomando á su cargo el cuidado espiritual de ellos con las pláticas, exhortaciones, confesiones y todos los otros ejercicios conducentes al aprovechamiento de las almas, no dejando, entre tanto, obra ninguna, por vil y repugnante que fuese, que no la ejecutase en servicio de ellos, por ganarlos para Dios, y de mejor gana y más alegremente hacía aquellas que eran de mayor trabajo y desprecio.

Tan notorio fue ya el desorden, que Zapata, aterrado, viendo venir el trueno gordo, hubo de vencer la modorra en que su cara mitad le tenía, y se puso a hacer números y a querer establecer método y razón en el gobierno de su hacienda; pero ¡oh triste sino de la familia! cuando más engolfado estaba el hombre en su aritmética, de la que esperaba su salvación, cogió una pulmonía, y pasó a mejor vida el Viernes Santo por la tarde, dejando dos hijos de corta edad: Antoñito y Obdulia.

El segundo, dejando la demas gente en la Asumpcion, con órden de juntarse á los 150 que estaban en los Timbúes, y á los 160 de las náos de Buenos Aires, llegó á los Timbúes, ó Buena Esperanza, y al fuerte de Corpus Christi, donde los nuestros habian quedado: pero hallamos la tierra sin indios, porque el capitan Francisco Ruiz, Juan Galan, presbitero, Juan Hernandez, escribano, que eran como gobernadores, despues de varios tratos infieles y malvados, habian muerto al cacique de los Timbúes y otros indios, y los demas se huyeron, de los cuales habiamos recibido muchos beneficios.

Habíamos convenido, para que nada pudiese decir la tía, en decirla que don Hugo me había rescatado de unos piratas berberiscos que me habían apresado algunos años antes, matando á mis padres. La buena vieja era muy crédula, y creyó todo lo que su sobrino quiso que creyese. Don Hugo estuvo algunos días en Barcelona y partió al fin, dejando encomendado á su tía que hiciese de una dama.

Seguro de apresarla en totalidad, ya porque quisiera hacerlo con menos efusión de sangre, ya porque pensara estrecharle poco á poco, se contentó con asegurar la boca del canal, dejando descansar á sus tripulaciones; y en tanto, el inteligente corsario con las suyas y el refuerzo de 2.000 trabajadores, generosamente pagados, abrió canal por donde no lo había.