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Flimnap se hallaba en una situación igual á la del senador. Sentía contento porque el amado gentleman no iba á morir, pero se aterraba al imaginarse su nueva existencia.

Fuera de eso continuó Pateta siempre ha estado de buen humor: hasta cuando tuvo que dejar la carrera, que a poco entró en la imprenta... y como si : él, en trabajando, ya está contento. No sabe Vd. la vida que yeva: él aquí con su papá de Vd., él en la imprenta, él en el destino que ice Vd. que le quién quitar. Es una fiera el trabajo, y cuanto gana, a su casita.

500 Su pretensión es robar, no quedar en el pantano; viene a tierra de cristianos como juria del infierno; no se llevan al Gobierno poerque no lo hallan a mano. 501 Vuelven locos de contento cuando han venido a la fija; antes que ninguno elija empiezan con todo empeño, como dijo un santiagueño, a hacerse la repartija.

En los baños de Quinto se acabó de curar...». Despidiose el susodicho tan contento por llevarse su dinero como afligido por el percance de D. Francisco. A Isabelita, que estaba triste, afectada y sin ganas de comer, la mandaron a casa de Cándida para que pasara allí todo el día jugando con Irene y otras niñas de la vecindad.

Pero el pobre don Cayetano había caído en su lecho para no levantarse. Allí vivió, siempre contento, dos años más. Acabó su peregrinación en la tierra cantando y recitando versos de Villegas.

Ordenaron que nos diesen sustancias y pistos. ¡Quién podrá contar, a la primera almendrada y a la primera ave, las luminarias que pusieron las tripas de contento? Todo les hacía novedad. Mandaron los dotores que por nueve días no hablase nadie recio en nuestro aposento, porque como estaban huecos los estómagos sonaba en ellos el eco de cualquiera palabra.

Mezclóse diversamente por todo el campo, el llanto con la alegría, el contento con la tristeza. Sonaban los aires con el estruendo de las trompas i de los atambores que celebraban el buen suceso de las armas de Taric, i resonaban las quejas de los heridos i moribundos.

Esta parece que correspondió al fin á los deseos del hijo del Profeta: pero el bueno de Monjarras, no contento con ello, la robó de la paterna casa y la sacó de Sevilla casi por la fuerza, y sin pararse en melindres, como persona apasionada y de alientos que era.

En este entretanto, los doce pescadores que habían venido en guarda de Sulpicia, andaban entre la demás gente buscando a sus compañeros, abrazándose unos a otros, y, llenos de contento y regocijo, se contaban sus buenas y malas suertes: los del mar, exageraban su yelo, y los de la tierra, sus riquezas. "A decía el uno me ha dado Sulpicia esta cadena de oro."

Manifiéstese la cica; y si se encubre por no pagar los derechos, yo le daré enteramente lo que le toca, y pondré lo demás de mi casa, porque en todas maneras ha de ir contento el alguacil.