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La antigüedad del castillo era grande, pues se dice que á raíz de la reconquista lo entregó Fernando III á los Caballeros de la Orden de San Jorge, que allí tuvieron largo tiempo su alcaide, que tenía á su cargo la inspección del edificio.

Del mismo modo se pierde un Discípulo, que estaba á cargo de tal Maestro, y luego dicen: El Maestro no ha cuidado, y él es la causa de la perdicion del Discípulo.

Mariño quedaba en el soñado cargo de general en jefe del ejército; y Brion, cómplice en este descabellado negocio, ascendia nada menos que á almirante.

Capítulo X. Los Obispos de Teruel. D. Francisco Perez Prado y Cuesta, natural de Aranda de Duero en el Reino de Leon, fue inquisidor de Córdoba y Sevilla, el Rey Felipe V le nombró en 1732, Obispo de Teruel, de cuyo cargo tomó posesión en 7 de Noviembre del mismo año.

Un labrador que tenía en arrendamiento una de mis haciendas, y cuya mujer estaba criando, a su cargo tomome; y libre ya del cuidado mío, mi pariente, Francisco de Rivalta, por el mundo se fue a buscar, ardiendo en saña, al causador de tanta desdicha. Era él joven aún, graduado en letras humanas, en leyes y en sagrada teología y cánones, y como he dicho, alcalde del crimen en Sevilla.

Después de haberle elegido le dijeron los mismos Capitanes que por estar el fuerte como estaba no se podía defender; sería bien alzar una bandera para tratar partidos con el Bajá. Respondió que no había acetado el cargo para rendir la fuerza, sino para morir en ella defendiéndola; por lo demás, acudieran á Olivera, Gobernador, y ansí fué el Capitán Collazos á hablar á Olivera de parte de todos.

D. Juan respondió que si él acetase el gobierno, había de ser para defender el fuerte y no para rendirle: que si para esto querían, que él tomaría el cargo. El Antonio Dávila se fué con esta respuesta.

Estuvo la señora de Jáuregui un ratito haciendo cuentas, estirado el labio inferior, la cabeza oscilando como un péndulo y los ojos vueltos al techo, hasta que salió una cifra, de la cual Maximiliano no se hizo cargo.

Bastole una mirada para hacerse cargo de la situación, y arrojándose del caballo, se dirigió al cañón más próximo, que se hallaba cargado; cogió las palancas de ajuste para cambiar la dirección, apuntó al pie de las escalas y, aplicando una mecha encendida que encontró por allí, hizo fuego.

Su gente es mucha, mas su fuerza es poca, Desnuda, mal armada, que no tiene En su defensa fuerte, muro ó roca. Cada uno mira si tu armada viene, Para dar á los pies el cargo y cura De conservar la vida que sostiene. De la esquiva prisión amarga y dura, Adonde mueren quince mil cristianos, Tienes la llave de su cerradura.