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5 Y huiréis al valle de los montes; porque el valle de los montes llegará hasta Azal; y huiréis de la manera que huisteis por causa del terremoto en los días de Uzías, rey de Judá; y vendrá el SE

Nos parecen bien como son. Casi no comprendemos la causa de la censura que de ellos se hace. En primer lugar, los bufos son los bufos, y no son el sermón o el jubileo. La madre que anhele conservar el tesoro de candor que hay en el alma de su hija, y hasta acrecentarle, llévela a cualquiera de las muchas iglesias que contiene Madrid, y no la lleve a oír las zarzuelas.

Después, como solía en lances tales, hizo caso omiso de la variedad de fenómenos relatados por la enferma, para fijarse en la causa una, y dijo: El histerismo es un Proteo. ¿Quién? preguntó Emma. Uno advirtió Bonis, luciendo sus conocimientos clásicos , que robó el fuego a los dioses.

Aquí fueron recibidos de los religiosísimos Padres de la venerable Orden de San Francisco que quisieron hospedarlos en su convento para que no sintiesen algún maligno efecto de aquel clima, sumamente nocivo á los forasteros, causa porque llaman á este promontorio sepulcro de los europeos, como lo experimentaron los demás pasajeros, de quienes la mayor parte cayeron enfermos, y más de ciento perdieron allí la vida y las esperanzas de enriquecer que los conducía á las Indias.

Entretanto llega eso, que dudo que llegue, ¡benditos sean los ricos, como ustedes, que administran en beneficio de los pobres la riqueza, como si no les perteneciese, ya que sólo a Dios pertenece! El padre Alesón emitió un suspiro que, a causa de lo aflautado de la voz, parecía más de monja que de fraile.

Sabemos que el genio epidémico se descubre ó se aclara mas especialmente por la accion benéfica de los medicamentos, que menos responden á veces á los síntomas mas aparentes de la afeccion, que á su causa, aun cuando esta sea apenas sospechada por los síntomas poco conocidos en un principio, ó considerados como poco importantes.

»Tiénese, y tengo yo también, por causa principalísima de este mortecino estado de cosas, la inextinguible y tradicional enemiga que existe, como usted sabe, entre los Carreños de la Campada y los Vélez de la Costanilla, los dos principales barrios, según usted recordará, bajo y alto, respectivamente, de Villavieja.

No era pintura, ni el color de la salud, ni pregonero del alcohol; era el rojo que brota en las mejillas al calor de palabras de amor o de vergüenza que se pronuncian cerca de ellas, palabras que parecen imanes que atraen el hierro de la sangre. Esta especie de congestión también la causa el orgasmo de pensamientos del mismo estilo.

Los mancebos que trabajaban detrás del mostrador, el uno triturando cierta sustancia fétida, y el otro copiando una receta, se miraron, se hicieron una seña de inteligencia, que no pasó inadvertida para , y de buenas a primeras me preguntaron por qué causa me «había despedido» el jurisconsulto.

Y tratándoles del asunto de su conversión y reducción, me respondieron que así ellos, como todos los demás de aquellos montes, deseaban ser cristianos, pero que fuesen allá los religiosos a enseñarlos, porque ellos no podían salir de allí, porque si venían a los pueblos se habían de morir; y de esta persuasión, de que no daban ninguna causa, no los pude disuadir.