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Después, como solía en lances tales, hizo caso omiso de la variedad de fenómenos relatados por la enferma, para fijarse en la causa una, y dijo: El histerismo es un Proteo. ¿Quién? preguntó Emma. Uno advirtió Bonis, luciendo sus conocimientos clásicos , que robó el fuego a los dioses.

La causa da el ser al efecto; la substancia sustenta al accidente; la causa no es modificada por el efecto; la substancia es modificada por el accidente. Estas ideas son claras, distintas; con ellas se debe estrechar al panteismo en todas sus transformaciones; quien así lo haga conseguirá lo que Menelao con el viejo Proteo; reducirle á su forma primitiva, al ateismo puro.

Y puesto que el feroz Romano tiende El paso agora por tu fertil suelo, Y que te oprime aqui, y alli te ofende Con arrogante y ambicioso zelo, Tiempo vendrá, segun que ansi lo entiende El saber que á Proteo ha dado el cielo, Que esos Romanos sean oprimidos Por los que agora tienen abatidos.

Eso es afirmó el médico, que no conocía de la biografía de Proteo más datos que los conducentes a su cita . El histerismo añadió , como Proteo, toma infinidad de formas. ¡Ah, ! interrumpió con ingenuidad Bonis . Dispense usted, D. Basilio; el que robó el fuego a los dioses fue otro, fue Prometeo.... Me había equivocado.

Mucho más variable aún el proteo de las aguas, el alción, toma todo género de formas y de colores, haciendo el papel de planta, de fruta; despliégase en forma de abanico, se convierte en seto lleno de matorrales ó en graciosa cestita. Mas, todo ésto es fugitivo, efímero, de vida tan tímida que desaparece al menor movimiento, y nada queda: en un instante ha vuelto todo al seno de la madre común.

Decididamente quería deslumbrarle y hacerle pagar caro lo de Proteo y Prometeo; porque D. Basilio no acostumbraba a hacer alardes de erudición, y a la cabecera de los enfermos más parecía un moralista del género de los elegantes y atildados, que un doctor de borla amarilla.

Supone el crítico que mis personajes todos son yo, con lo cual hace de un Proteo, pues harto diversos caracteres he retratado; y supone además que todos hablan, como yo en igual situación hablaría, con erudición, discretas sutilezas y espíritu filosófico impropios de su condición humilde y hasta de su sexo, ya que a menudo mis mujeres se pasan de listas.