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El iba con otros mancebillos entre las damas, y parecíale verlas todavía vestidas de terciopelo verde o leonado, y galopando en sus hacaneas, por los campos luminosos, en seguimiento de los hidalgos. Bravo jabalí, volviendo de los cebaderos, logró traspasar la fila de cazadores; luego, atravesando un seto compacto y espinoso, entrose por un bosque de encinas, en dirección a la sierra.

Eran infelices músicos militares que ensayaban allá abajo, en el camino. A través de los claros del seto brillaba el cobre de los tambores y veía yo los grandes mandiles blancos encima del pantalón encarnado.

El sol bienhechor había secado los campos; los huertos se mostraban más hermosos que nunca, como si el río, al invadirlos, les hubiese fecundado con nueva vida; se anunciaba una cosecha magnífica, y sólo como recuerdo de la catástrofe quedaba algún seto aplastado, alguna cerca desmoronada, algún camino hondo con los ribazos destruidos.

Al cabo de algún tiempo de dar vueltas y más vueltas sin saber por dónde andaba, con el cerebro encendido y el cuerpo convulso, al atravesar por uno de los parajes más recónditos del parque oyó detrás de un seto la voz y la risa de persona conocida. Asomó la cabeza por encima del follaje y pudo ver a sus amigos Cirilo y Visita sentados en un banco.

Los naranjos, más altos y espaciados allí que en Blidah, llegaban hasta el camino, solamente separado del huerto por un seto vivo y una zanja. El mar, el inmenso mar azul, extendía su vasta planicie inmediatamente después del huerto. ¡Qué buenas horas he pasado en ese jardín! Por cima de mi cabeza, los naranjos florecidos y con fruto quemaban los aromas de sus esencias.

5 Porque su madre fornicó; la que los engendró fue avergonzada; porque dijo: Iré tras mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mi bebida. 6 Por tanto, he aquí yo cerco tu camino con espinas, y la cercaré con seto, y no hallará sus caminos. Entonces dirá: Iré, y me volveré a mi primer marido; porque mejor me iba entonces que ahora.

Al ver un rinconcito en que la nieve había cuajado en más abundancia, circundado de alto seto de rosal donde los árboles dejaban pasar por entre sus brazos, delgados hilos de luz, la generala se detuvo sorprendida y cautiva; un pensamiento extravagante cruzó por su cabeza y una sonrisa entreabrió sus labios.

A unos cinco pasos próximamente del seto aparece una figura femenina, de talle esbelto y formas juveniles, que, encorvada hacia la tierra, trabaja con ardor. ¿Quién será? ¿Pertenecerá al molino? Una nueva criada quizás.

Ya las sombras de la tarde iban convirtiéndose en profunda obscuridad, y el fuerte viento me cortaba las carnes como cuchillo al pasar las encrucijadas que hay a media milla de la aldea de Helpstone, cuando de repente surgió de junto del alto seto de acebos la figura de un hombre corpulento, y una voz profunda exclamó: Disculpe, señor, pero soy un forastero en estos lugares, y tengo a mi hija desmayada. ¿Hay por aquí cerca alguna casa?

Acometiole un deseo vivo de escuchar su plática, y sin reflexionar sobre el peligro que corría, fuese acercando poco a poco al seto, doblando el cuerpo para no ser vista. Buscó el paraje más sombrío y seguro, y escuchó. Sólo se les oía cuando cruzaban cerca. En cuanto se alejaban unos cuantos pasos no se percibía palabra alguna.