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Seré una santa como ... Di si quieres...». Maxi la interrogaba con su mirada luminosa. «Di si quieres. Verás cómo lo cumplo. Seré una mujer modelo, y tendremos hijos y yo... Pero has de hacer lo que te digo. Yo te juro que no me volveré atrás, y te querré.

Pues si no ha de estar en Madrid más que unos cuantos días, y no tiene horas extraordinarias de acostarse y levantarse, no hay inconveniente en que V. le ponga una cama en el gabinete... Pero cuidado... ¡sin ejemplar!... Descuide V., señorito, no volveré a molestarle con estas embajadas. Lo hago únicamente porque D. Ramón no vaya a parar a otra casa.

Volveré á llenar vuestros cubiletes, por lo bien que habéis brindado en honor de los valientes que visten el coleto blanco. ¡Venga esa cerveza, ángel mío! y dirigiéndose á la tía Rojana, que le miraba sonriente y complacida, entonó una canción bélica, con vozarrón tremendo y desafinando á todo trapo. Á fe mía que más entiendo yo de dar flechazos que de cantar trovas.

Pero espéreme vuestra merced un poco; saldré a encender mi vela, y volveré en un instante a contar mis cuitas, como a remediador de todas las del mundo.

Se nos ha dicho que seríamos interrogadas, mamá, dijo la joven sonriendo, pero no que se nos explicaría nada. Tengamos paciencia. La anciana hizo un gesto de resignación. Ya estamos acostumbradas... Marenval se levantó Querida prima, dijo en el tono más afectuoso; dejo á usted, pero volveré á verla muy pronto. Nuestras conferencias serán frecuentes, lo que espero que no les será desagradable.

Al ver a su madre política, en cuyo rostro la enfermedad había hecho crueles estragos, contraído ahora por el terror, con los ojos suplicantes, las manos plegadas hacia él con mortal congoja, aflojó la suya y la dejó caer sobre el muslo. No tuvo tiempo a decir nada. Doña Paula, sin mirar a Ventura, le cogió de la ropa diciéndole: Ven, hijo mío, ven. Yo arreglaré este asunto, y te volveré la calma.

El asno bonito se acuesta...¡Las dos, y yo despierta!... »¡Qué silencio en la casa! Me volveré de este otro lado... ¡Oh!, ¡qué calor tengo! Me deslizaré a esta otra parte que está más fresca. Tengo un cuerpo precioso. Lo digo yo y basta... Vamos, ¿pues no me estoy riendo, cuando son las dos y no he podido dormirme?

Oye, Magdalena, repuso Antonia acercándose a su prima y deslizando en su oído estas palabras que Amaury no pudo oír: Si por cualquier motivo no quieres que se me vea en el baile, dímelo francamente y me volveré a mi habitación. ¿Y con qué derecho y por qué razón habría yo de privarte de ese gusto? preguntó Magdalena en voz alta. Yo te juro que eso no constituye ningún gusto para mi.

Cuenta conmigo; yo cuento con el azar. Dicen que soy un hombre ligero; ¡tanto mejor! Así volveré a flote. La pobre mujer enjugó sus lágrimas y le dijo: ¡Bien, amigo mío! ¿Es que quieres trabajar? ¡Yo! ¡Ni por pienso! Esperaré la Fortuna; es una caprichosa y se ha portado siempre muy bien conmigo para que se despida así en redondo y para siempre.

Pomerantzev, indignado al oír tales acusaciones, retrocedió unos cuantos pasos, tendió solemnemente la mano derecha y dijo con voz grave: ¡Señor Petrov, es usted un monstruo! No volveré nunca a darle a usted la mano. Voy a pedir a nuestros compañeros que juzguen su conducta innoble. Y, en efecto, dio al punto principio a la organización de un tribunal. Pero la tentativa fracasó.