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Compadecí de todo corazón al infeliz magistrado que tendría que echarse al coleto el indigesto fárrago, y temí que de puro aburrido sentenciara en contra de los patrocinados por Castro Pérez. Leí en alta voz el alegato. Mi hombre quedó satisfecho. ¡Bien! ¡Bien! exclamó. ¡Mucha lógica! Veamos esos latines. No les puso tacha.

Lo que diré, es que si una sala era lujosa, otra lo era más, y que el primor iba en aumento conforme se pasaban salas. Maravilloso silencio y sosiego apacible reinaban en todas ellas. No se veía ni un alma. Soledad y dulce misterio. Rica y leve fragancia de perfumes sabeos impregnaba el tibio ambiente. « ¿Qué será esto? decía Mutileder para su coleto. ¿Dónde me llevará esta buena señora

Cuatro y tres, dijo Tristán con voz de bajo profundo. Venga el capacete. Y ahora te lo apuesto contra tu coleto, arquero. ¡Apostado! Pero como siga la mala racha voy á llegar al castillo en camisa. ¡Voto á sanes! Bonita facha para un embajador. ¡Hola! gritó levantándose apresuradamente al ver á Roger y echándole los brazos al cuello; mira quién nos ha caído de las nubes, recluta.

Volveré á llenar vuestros cubiletes, por lo bien que habéis brindado en honor de los valientes que visten el coleto blanco. ¡Venga esa cerveza, ángel mío! y dirigiéndose á la tía Rojana, que le miraba sonriente y complacida, entonó una canción bélica, con vozarrón tremendo y desafinando á todo trapo. Á fe mía que más entiendo yo de dar flechazos que de cantar trovas.

Al separarse de nosotros, exclamé para mi coleto: ese hombre ha equivocado el oficio; ha nacido para hacer piruetas en la maroma. Vamos á la comparacion entre Rothschild y Salamanca. No voy á hacer una pintura, sino un boceto, al mismo tiempo concebido y ejecutado. No debo ocultar que lo escribo con miedo; pero la buena fe me salva. La Europa presenció, no ha mucho, un congreso de soberanos.

Plácido no había nacido para el presidio de una tienda. Su elemento era la calle, el aire libre, la discusión, la contratación, el recado, ir y venir, preguntar, cuestionar, pasando gallardamente de la seriedad a la broma. Había mañana en que se echaba al coleto toda la calle de Toledo de punta a punta, y la Concepción Jerónima, Atocha y Carretas. Así pasaron algunos años.

Salía mañanero, sin mula ni lacayo, y vestido de ropas sencillas que no atrajesen la mirada; pero llevando, eso , la hermosa espada templada en Toledo, con que le había obsequiado su tío abuelo don Rodrigo del Aguila, una daga de provecho y el consabido coleto de ante, por debajo del jubón.

Morsamor, ataviado con esmero y elegancia, parecía más joven y más gentil que nunca. De su cinto, bordado de oro, pendían la espada, la daga y la primorosa escarcela; coleto de finísimo ante, lleno de prolijas labores, cubría su pecho y sus espaldas. Las mangas acuchilladas, así como los gregüescos eran de blanco raso.

En dirección contraria veíase un grupo de mocetones ingleses, arqueros del condado de Estápleton á juzgar por el pelícano azul cosido sobre el coleto; gente alegre de cascos y dura de puños, que bebían á más y mejor y cantaban á voz en cuello y cuya presencia obligaba al mercader á apresurar el paso, mientras su fámula ocultaba el rostro con el manto al oir los piropos nada delicados de aquella turba.

Aquí se detuvo ruborizándose, pero Simón no lo notó, absorto como estaba con sus propios recuerdos. Buen mesón el del Pájaro Verde ¿eh? ¡Por el filo de mi espada! Peores cosas podría hacer que casarme con aquella ventera tan fresca y rolliza, cuando me llegue el día de trocar este coleto y la cota de malla por la ropilla de paño.