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El tiempo restante lo consagró al adorno de su persona. Contempló con mirada perpleja unos cuantos centenares de vestidos que había hecho y rehecho, preguntándose con desconsuelo: ¿Cómo me arreglaré para recibir dignamente á tan gran personaje? Verdaderamente, tengo muy poco que ponerme.

Me encargó la madre que te lo propusiese como ocurrencia mía...; que te dijese cosas muy buenas de la chica.... Y no te las digo por si acaso las crees y te casas con ella.... Luego estarías bien desesperado.... Además de ser locas son malas; hablan infamias de todo el mundo, de ti también, y del padrino.... ¡Pobre Carmen!... Así no puedes vivir.... Yo arreglaré esto.

¿Pero dónde te vas? preguntó clavándole una mirada de estupor doloroso. No te preocupes de eso. Tengo infinidad de sitios donde ir. Lo importante es que estés tranquila. Piensa en que se trata de muy poco tiempo. Carlota permaneció algunos instantes inmóvil con la cabeza baja. Bueno, te arreglaré la ropa repuso al cabo enjugándose las lágrimas.

Casi nada; una bagatela, interrumpió el doctor.... Vamos á ponerle esto en su sitio inmediatamente.... Tiene una contusión en la cabeza.... Parece que le han atropellado unos caballos, según me ha dicho el jardinero.... Sin duda la herida de la frente ha sido causada por una herradura.... El pulso es bueno ... la respiración, regular.... Si ustedes quieren darme media docena de toallas le arreglaré este hombro, con la ayuda de estos dos buenos muchachos....

No hablemos, no hablemos de eso, que se me amarga la alegría. bajarás a la estación, ¿eh? , pero... no como me las arreglaré... A quien se le contara el caso, se echaría a reír. ¿Cómo diablos le conoceré? Hombre, él vendrá con hábitos. Le llamas, y con darle una voz...

¡Por Dios, señoritas, no deberían ustedes salir con este tiempo! Será mejor que me dejen mandar un recado al Instituto y les arreglaré aquí una buena cama. Mas la última frase se perdió en el coro de chillidos medio ahogados que arrojaban las niñas, agarradas de la mano, lanzándose en mitad del temporal, y muy pronto fueron envueltas en el torbellino huracanado.

Era su hermana mayor, la cual creía también en la pasión de Regalado, pero que lejos de alentarla se mostraba exasperada, furiosa. Pasó como un torbellino en persecución de la incauta doncella gritándole con acento amenazador: ¡Aguarda, aguarda; yo te arreglaré, grandísima pícara! Los vecinos se retorcían de risa. Nadie sabía cuál de las dos mujeres era más simple.

Acabando de vestirse, empezó a dar trancos por la habitación, manoteando y hablando solo. «No, no, no... Si creen que me la dan, se equivocan. Lo más horrible es que mi tía es encubridora... Pues qué, ¿entraría nadie en la casa si ella no lo consintiera? Y Papitos también es encubridora. Buenas propinas se calzará. Pero ya te arreglaré yo, celestina menuda. Que no me vengan con tonterías.

«¡Qué cara puso!... Aunque lo disimulaba, conocí que le había sabido mal... Este viaje me ha arruinado... A las niñas se les antojaba todo lo que veían en Bayona... He gastado la renta de un año... A pesar de eso, veremos, yo lo arreglaré... lo buscaré... ¡Oh, Virgen!

Escuchábale Diógenes en silencio, mirándole de hito en hito, clavados en sus ojos los suyos, abotagados por la borrachera continua. Cuando acabó de hablar, díjole muy serio: ¡Vamos!... dices lo del gitano del cuento: ¡Señó! Toos píen el pan de cada día... Yo sólo pío que me pongan donde lo haiga, que ya yo me arreglaré... No te entiendo...