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No merecen mis simpatías estas enfáticas señoras que todo lo gastan en trapos; y si está fuera de duda que son bellas, ello es que antes admiran que enamoran, y su hermosura más tiene de aparente que de real. Nada, nada; aquí hay algo postizo: estas señoras se pintan. Grande y vistosa es también aquélla.
¡Pues eso sólo le faltaba a usted! exclamó aquí Neluco llevándose las manos a la cabeza, como yo me las había llevado poco antes y con el propio motivo . Con una compañera de esa estofa no viviría usted aquí en santa paz media semana. Mil veces peor que la enfermedad sería la medicina.
Bueno, cálmate la dije . Aquí el único que sabe tu estado soy yo. ¿Qué piensas hacer? Vale más que te resuelvas pronto, antes de que noten tu estado. ¿Comprendes? Sí, señor. ¿Qué te parece que hagamos? ¿Le escribimos a Juan? Bueno. ¿Sabes sus señas? Sí; va de Cádiz a Filipinas en un barco. ¿No sabes más? No. Debías enterarte del nombre del barco. Bueno. Ya me enteraré.
Restalló la fusta, los caballos salieron al galope y el coche desapareció de nuestra vista, mientras gritaba el anciano: ¡Bien! ¡perfectamente!... ¡Loca! Se va sin despedirse, sin abrazarnos. A fe mía, caballero, que aquí tiene usted el asunto que busca para una comedia.
De si tien o no tien dinero en el Banco. ¿Y a mí qué? Con su pan se lo coman. Con el nuestro, ¡ja, ja!... y encima codillo de jamón. ¡A callar se ha dicho! gritó el cojo, vendedor de La Semana . Aquí se viene a lo que se viene, y a guardar la circuspición. Ya callamos, hombre, ya callamos. ¡A ver!... ¡Ni que fuas Vítor Manuel, el que puso preso al Papa! Callar, digo, y tengan más religión.
Más tardó en hablar don Quijote que en acabarse la cena; al fin de la cual, uno de los cabreros dijo: -Para que con más veras pueda vuestra merced decir, señor caballero andante, que le agasajamos con prompta y buena voluntad, queremos darle solaz y contento con hacer que cante un compañero nuestro que no tardará mucho en estar aquí; el cual es un zagal muy entendido y muy enamorado, y que, sobre todo, sabe leer y escrebir y es músico de un rabel, que no hay más que desear.
Rafael se fijaba en los retratos uno por uno: aquí parecía más esbelta y triste, como si acabara de salir de una enfermedad; allí fuerte y arrogante, como si desafiara la vida con su hermosura. ¡Ay, Rafael! murmuraba ella pensativa. No todo son alegrías. Yo he pasado mis tempestades como todos. He vivido mucho, y estos pedazos de cartón son capítulos de mí existencia.
Y para no cansarte, no digo aquí nada más de mi nobleza. Sólo me atreveré a indicar que todavía hay en España familias de las más altas clases, que se convirtieron a la religión cristiana en el siglo XV, y con las cuales me sería harto fácil probar mi parentesco.
Adios, mas no por siempre: un mundo hay mas hermoso, Y cuando al seno vueles del Todo-Poderoso Volverte á ver espero tan bella como aquí; Pero si en el inmenso celeste paraiso A tí no te encontrase, mi celestial hechizo, Los celestiales goces tristes serán sin tí.
Y sin poder contenerse se levantó diciendo: Vida mía, soy contigo. Y salió por la puerta de escape. A ver gritó en el pasillo ; Petra, Servanda, Anselmo, cualquiera... ¿se llevó la perdiz don Tomás? Anselmo registró las aves muertas, depositadas en la cocina, y contestó desde lejos: ¡Sí, señor; aquí no hay perdices! ¡Ira de Dios! ¡Pardiez! ¡Malhaya! ¡Siempre el mismo!
Palabra del Dia