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Aquella casa... aquel silencio... aquella doña Petronila.... Ana sintió asco, vergüenza y corrió a buscar la puerta. Salió sin despedirse. Llegó a su casa. Don Víctor atronaba el mundo a martillazos. Construía un puente modelo que pensaba presentar en la exposición de San Mateo.

Dejemos que ellos mismos se expliquen y copiemos al pie de la letra sus palabras. Al fin se dignó Vd. venir a despedirse de antes de su partida dijo Pepita . Yo había perdido ya la esperanza. El papel que hacía D. Luis era de mucho empeño y por otra parte, los hombres, no ya novicios, sino hasta experimentados y curtidos en estos diálogos, suelen incurrir en tonterías al empezar.

Decid a vuestro amo exclamó al despedirse que yo quise herille su honra por vengar a mi padre el valiente Aben-Djahvar, a quien él hizo sufrir en Almería despiadado tormento; pero que, si él consiente agora en casar a su hija conmigo, iré a postrarme a sus plantas.

Una tarde, al despedirse, le dijo: «¿Sabe usted que el sombrero Florián no me va bien? A usted le caería perfectamente. Se lo voy a mandar». Y se lo mandó. Otro día hablaron de vestidos, con más calor. «El de pelo de cabra, que tengo a medio hacer no me gusta. Se lo enviaré mañana... Como usted ha de ir forzosamente a baños con su marido, puede usarlo allá... No, no me lo agradezca usted.

La dicha doméstica de los recién casados, la rústica inocencia de su vida, son retratadas con los colores más bellos de la poesía. El comendador, que se restablece poco á poco, comienza á sentir cierta grata inclinación hacia su bella huéspeda, siendo tratado por ella con la más sincera amistad. Al despedirse hácele ricos regalos, que son recibidos con gratitud.

Al despedirse del conde, el notario Hardoin le dijo con bondad: Si tiene usted curiosidad de conocer la verdad sobre el capitán Raynal, señor conde, tómese el trabajo de ir el domingo a mi despacho; necesito justamente un testigo para un acta de adopción.

Despedime de Inés, que a hurtadillas me dijo: Cuidado con lo que te he encargado. Y luego tardó en despedirse de lord Gray más de diez minutos. Por mi parte anhelaba salir para no volver más a aquella casa, y saludando a la condesa, echeme fuera, juntándose conmigo en la escalera lord Gray, que salió un poco después.

No habría andado veinte pasos el juez de paz después de despedirse de don Mariano, cuando tropezó con el médico.

Una de las doncellas se acercó a ella y le dijo: Ahí abajo está el tío Leandro con los pastores y los guardas que piden por favor que les permitan despedirse de la señorita. ¡Ya lo creo que iré! respondió Clara apresurándose a bajar a la gran cocina del sótano. Allí estaban en efecto los pastores y dos guardas jurados con sus sombrerotes de fieltro en la mano.

Un día Velázquez, al despedirse, le dijo en broma, adoptando un continente grave: Soledad, tengo que comunicarte un secreto. Se fué y no volvió á acordarse de tal frase. Pero á la hija del guarda, á quien las congojas consumían, se le quedó clavada en el cerebro. No pensó en otra cosa. ¿El qué? preguntó Velázquez sorprendido. Aquello.