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Su rostro, tan parecido a una máscara japonesa, continuaba imperturbable. Cuando atravesaba el patio en dirección a la escalera, oyó el ja ja ja de Mauricia, que estaba asomada por uno de los dos tragaluces con barras de hierro que la puerta tenía en su parte superior. La monja no se detuvo a oír las injurias que la fiera le decía.

«¿Por qué autor estudian ustedes legislación allá? preguntaba el grave doctor Jigena a un joven de Buenos Aires . Por Bentham. ¿Por quién dice usted? ¿Por Benthancito? señalando con el dedo el tamaño del volumen en dozavo en que anda la edición de Bentham . ¡Ja, ja, ja!... ¡Por Benthancito! En un escrito mío hay más doctrina que en esos mamotretos. ¡Qué Universidad y qué doctorzuelos!

A esto llama él, sin duda, pertenecer al cuerpo diplomático y ser temible a los gobiernos. ¡Evidentemente! ¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja! repitió a regañadientes don Simón, creyendo saber ya demasiado y poniéndose en pie.

¡Ja! ¡ja! ¡mujer! exclamó la anciana señora alzando el dedo y moviéndolo de un modo significativo. ¿Crees que después de haber ido yo á la selva tantas veces, no me sería dado conocer á los que han estado también allí? ; aunque no hubiera quedado en sus cabellos ninguna hojita de las guirnaldas silvestres con que se adornaron la cabeza mientras bailaban.

«¿Y si lo probara? dijo Maximiliano con seriedad que le dio, ¡parece mentira!, un tornasol de hermosura ; ¿si le probara a usted de un modo que no dejase lugar a dudas...?». ¿Qué? ¡Que la idolatraré!... no, que ya la estoy idolatrando. ¡Tie gracia!... ¡idolatrando!, ¡ja, ja! repitió la otra, y devolvía la palabra como se devuelve una pelota en el juego.

¡Silvestre! ¡Silvestre! gritó al hallarse en la sala. ¿Qué demonios te ocurre, hombre? contestó á poco rato el mayorazgo, apareciendo en escena con el candil en la mano. ¿Qué ruido es el que he sentido sobre mi cuarto? ¿Á que te has asustado?... ¡Ja, ja, ja, jaaaa! ¡Pues el lance es para reir! Y ya se ve que .

Procura que si las obras son malas la facha sea buena. ¡Siquiera la facha! ¡Ya me imagino al charro! ¡Ja, ja, ja, ja! El buen servidor gustaba de bromearse conmigo; se complacía en tratarme como a un niño en quien conviene apagar las llamaradas de una vanidad jactanciosa. Acaso no cuadraban con el carácter de Andrés, grave, formal, modesto, casi adusto, ciertas genialidades y ligerezas del mío.

La servidumbre se ríe a hurtadillas cuando mando levantar los puentes; sabe que eso es inútil, porque se puede penetrar en el castillo por los muros agujereados. ¡Levantar los puentes! ¡Ja, ja, ja! ELSA. No eres justo, padre; mi Enrique es honrado y noble. ¿No te ha tendido la mano para obtener tu gracia? EL CONDE. , y yo no he aceptado esa mano.

Ella que estaba persuadida de haber hecho una conquista... se le alargó la nariz más de lo que la tiene, que no es poco.... ¡ja, ja!... La risa de la anémica se volvió tos, una tosecilla que le rascaba la garganta y la sofocaba, obligándola a sentarse en un banco rústico de los muchos que en el parque había.

¡Ja, ja! gritaba burlonamente . ¿Conque también me echaréis a ? Está bien, os conozco desde hace tiempo, señora, he tomado mis precauciones a tiempo. Habéis sido lo bastante tonta para darme un escrito de vuestro puño y letra. Este documento es una espada suspendida sobre vuestra cabeza. Me obedeceréis, me obedeceréis os digo... o si no, la miseria, la ruina, la cárcel os espera.