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Mi menor hermano está en el Pirú, tan rico que con lo que ha enviado a mi padre y a ha satisfecho bien la parte que él se llevó, y aun dado a las manos de mi padre con que poder hartar su liberalidad natural; y yo, ansimesmo, he podido con más decencia y autoridad tratarme en mis estudios y llegar al puesto en que me veo.

Me veía bajo todas las fases, vestida de baile, de visita, de calle, coqueta, seria, y a veces, aunque debo confesarlo, raras veces, melancólica, y a pesar de toda esta diversidad de aspectos, que ahuyentaban la monotonía, no sólo no se me declaraba, sino que parecía tratarme como a una chica.

Pues bien, María es severa para con usted. He aquí lo que ha respondido textualmente cuando yo les aseguré el afecto y la adhesión de usted: "Nos ha abandonado á mi madre y á ; yo le he borrado de mi recuerdo como él nos borró de su corazón." Cristián bajó la cabeza con tristeza. Acaso tiene derecho para tratarme tan duramente, dijo, pero le falta indulgencia.

Que haga de lo que quiera prosiguió cuando se hubo calmado... Que me haga su criada... Después de todo, ya lo soy... Pero refregarme los ojos con otras mujeres... eso no debía hacerlo, ¿no te parece?... Porque yo no le he dado motivo hasta ahora para tratarme así, bien lo sabe Dios... Desde que estoy con él no he mirado á ningún otro hombre... ¡que se me quiebren las manos y se me salten los ojos si no digo la verdad!... No he ido un día siquiera á Puerta de Tierra, ni á los toros, ni he puesto los pies fuera de casa más que cuando él me ha llevado á la plaza de Mina por la noche ó los domingos por la mañana á la del Mercado.

Pero no te preocupes por eso; acostúmbrate a tratarme como a aquella pobre sensitiva que días pasados atormentábamos por puro entretenimiento, olvidándonos de que tiene vida como nosotros y de que tal vez le hacíamos mucho daño. Ten en cuenta que yo soy lo mismo que ella. Tu presencia me da el bienestar que sentía en mi niñez al sentarme en el regazo de mi madre.

Bueno, vamos... será hasta luego. Hasta cuando usted mande contestó el viejo por todos, y agregó señalando a Baldomero con una guiñada picaresca; Y no se olvide, don Melchor: le recomiendo que me lo atienda... al recomendao. ¡Yo te he de dar!... viejo pícaro dijo cariñosamente Baldomero. ¡Disculpas! le replicó el viejo riendo y agregó: ...Por tratarme de vos... ¡confianzudo el mocito!...

Procura que si las obras son malas la facha sea buena. ¡Siquiera la facha! ¡Ya me imagino al charro! ¡Ja, ja, ja, ja! El buen servidor gustaba de bromearse conmigo; se complacía en tratarme como a un niño en quien conviene apagar las llamaradas de una vanidad jactanciosa. Acaso no cuadraban con el carácter de Andrés, grave, formal, modesto, casi adusto, ciertas genialidades y ligerezas del mío.

Apenas encuentran á una mujer deseable, creen faltar á sus deberes si no le piden su amor y lo que viene luego... ¿No pueden un hombre y una mujer ser amigos simplemente? ¿No podría usted ser un buen camarada y tratarme como á un compañero? Ferragut protestó enérgicamente. No, no podría. El la amaba, y después de verse repelido con tanta crueldad, su amor iría en aumento. Estaba seguro de ello.

No queriendo dar a entender que desconocía este enérgico modo de anunciarse, ni desairar el agasajo de quien sin duda había querido hacérmele más que mediano, dejándome torcido para todo el día, traté sólo de volverme por conocer quién fuese tan mi amigo para tratarme tan mal; pero mi castellano viejo es hombre que, cuando está de gracia, no se ha de dejar ninguna en el tintero. ¿Cómo dirá el lector que siguió dándome pruebas de confianza y cariño?

Y cuando otra cosa no tuviese sino el creer, como siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la Santa Iglesia Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los historiadores tener misericordia de y tratarme bien en sus escritos.