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Como la Torrebianca esperaba la agresión, se defendió á tiempo, haciendo esfuerzos por repelerle. Se hallaban en esta lucha, cuando apareció el contratista en la entrada del cenador. Pero ninguno de los dos pudo verle. Canterac seguía ocupado en su tenaz propósito de besarla; y ella, olvidando sus remilgos de coqueta, lo repelía violentamente.

Penosa alternativa para aquel incorregible vividor, mariposa de noche que prefería al aire puro de los bosques la atmósfera asfixiante de los salones, que volaba de flor en flor y se complacía en las intrigas femeninas como una vieja coqueta, pero sin renunciar a jugar su partida ni resignarse a pasar a la reserva.

Aquella máxima de coqueta, al parecer ligera, si no es siempre cierta, porque no a todos les es dado el poder ser inconstantes, es sin embargo profunda y filosófica, y aun puede, fuera del amor, encontrar más de una exacta aplicación.

Se sorprenderá mucho de no ver en sino la sonrisa amistosa. Pensará que finjo, que me han hecho coqueta. Le pareceré así más interesante. "He tenido un susto, nunca en mi vida he tenido un susto igual. Esta tarde, en vez de guardar mi diario en el cajoncito del escritorio como hago siempre, lo dejé bajo el almohadón para seguir después escribiendo. Pero vino Adriana, y más tarde Julio.

Semejantes extremos son raros, por fortuna. La cordobesa no es coqueta, sino muy prudente y sigilosa, y a nadie compromete. Aunque sea de la más humilde condición, acostumbra a desahuciar al paciente enamorado, hablando de su honor, como las damas calderonianas.

¡Qué dicha, y que amables son los hombres! a pesar de lo que dice mi tía. Qué ¿vuestra señora tía no ama a los hombres? La verdad es que ya pasó para ella la edad de la coquetería. La coquetería... Jamás se me habla de eso. ¿Os parece que se debe ser coqueta? Sin duda, primita; a mis ojos eso es una cualidad, pero coqueta en el buen sentido de la palabra.

Para este fin necesito examinar dos ciudades, en cada una de las cuales predominaban las ideas opuestas: Córdoba y Buenos Aires, tales como existían hasta 1825. Córdoba era, no diré la ciudad más coqueta de la América, porque se ofendería de ello su gravedad española, pero una de las ciudades más bonitas del continente.

Espera un poco, tonta, mira qué buena noche está... hablemos aquí un poco.... Yo no tengo sueño; tiene razón Paco; hablemos dijo don Víctor, que había entrado en su cuarto y se había puesto las zapatillas y el gorro de borla de oro. ¿Cómo hablar? no señor..., a la cama.... Y Ana, coqueta sin querer, amenazó graciosa, provocativa, con cerrar las ventanas y las contraventanas....

Se diría que todo el lugar está lleno del espíritu, del pensamiento, de la imagen de esta singular mujer, que yo no acierto aún a determinar si es un ángel o una refinada coqueta llena de astucia instintiva, aunque los términos parezcan contradictorios.

Además, tenía una fisonomía de expresión inocente, cándida, y, en su misma inocencia, expresiva y coqueta; una de esas fisonomías, en fin, a propósito para hacer enloquecer a cualquiera y cambiar, como suele decirse, la faz de los imperios.