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El contratista marchó detrás de él, y, señalando una de las ventanas iluminadas, dijo con entusiasmo: ¡Qué voz de ángel!... ¡Qué alma de artista! Volvió Robledo á levantar los hombros, y los dos entraron en la casa.

El contratista muerto... el ingeniero director fugitivo... Habrá que suspender los trabajos... Van á retrasarse las obras del dique, y llegarán las crecidas sin que las tengamos terminadas. ¡Qué situación! Hay que ir á Buenos Aires en busca de remedio. Y pasó gran parte de la noche sin poder dormir, desvelado por estas preocupaciones.

Este gesto indicó á Pirovani que debía marcharse, y el contratista se apresuró á obedecerla; pero mientras se dirigía hacia la puerta todavía la atormentó con palabras y gestos de enamorado que desea inspirar admiración por su heroísmo. Cuando Elena se vió sola, llamó á gritos á Sebastiana. La mestiza tardó en presentarse.

¡Si yo que no lo puede sufrir! dijo el italiano . Me consta... Pero como es el jefe de los trabajos y ayuda en ciertas ocasiones á Robledo y á su marido, no se atreve á decir lo que piensa de él. Luego su alegría se nubló, según le fué contando el oficinista el encuentro con Manos Duras y la confianza del gaucho al hablar á la señora marquesa. Esto último fué lo que indignó más al contratista.

Fue asociado de un contratista de fielatos, y por razón de su maldita amabilidad, la parte mayor de las vituallas entraban sin pagar. Fue marido de D.ª Laura, y gastó el reducido patrimonio de esta en varias suertes de amabilidades.

Había ejercido profesiones tan heterogéneas como las de militar y contratista de obras públicas, inspector de policía y periodista, etc.

Temía hablar, señora marquesa; pero al fin me decido, y ¡allá va!... Este marco es indigno de su hermosura y su elegancia. Y el contratista abarcó con una mirada de desprecio la habitación y todos sus muebles. Si usted quiere, desde mañana puede instalarse en mi casa. Suya es. Yo me alojaré en la vivienda de uno de mis empleados. No mostró Elena gran asombro.

Toda la noche habló preferentemente con el francés, mientras Pirovani permanecía en un rincón, no ocultando su cólera, y mostrándose al mismo tiempo anonadado por la elegancia de Canterac. Transcurrieron cuatro noches sin que el contratista se presentase en la casa. Después de la primera, Moreno se sintió interesado por tal ausencia, y fué al domicilio de Pirovani para hacer averiguaciones.

Frente á la antigua casa de Pirovani se situaba un mestizo encargado de la caballeriza del contratista, teniendo de las riendas á una yegua blanca con silla femenil. Llegaba Ricardo á caballo, aparecía en lo alto de la escalinata Elena, vestida de amazona, y en el mismo instante se presentaba en la calle el contratista, como si hubiese estado oculto esperando una oportunidad para mostrarse.

El contratista, cachazudo, contestaba con grave calma. Si Potaje no se atrevía a montarlo, era porque los piqueros de ahora tenían miedo a todo.