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Aquella mujer, á ratos sentimental, que gemía sobre las desigualdades sociales y las miserias de los pobres, era una fuerza explosiva capaz de agrietar el carácter más abroquelado y duro. Saldaña acabó por resignarse, temiendo las acometividades de la nieta del cosaco.

Lo primero que se le ocurrió fue romper la contrata, volver a Madrid, renunciar al teatro y resignarse a vivir en el estanco con sus tíos. Lo que no se le pasó por el magín fue buscar ni desear heredero al amante fugitivo y perdido; porque, no cabía duda, don Juan se había escapado como chico que pone pies en polvorosa después de robar la golosina largo tiempo deseada.

Para ir á Berna desde Basilea es preciso resignarse á la diligencia, pues el camino de hierro que ha de unir ámbas ciudades, se encuentra solo en proyecto: felizmente la travesía se hace en doce horas, y con todas las comodidades posibles . Lo primero que me ocurre consignar, es el admirable estado de las carreteras de Suiza. Sin ceder á ningunas de las mejores de Europa, las sobrepujan en número.

Fortunato tuvo miedo de este enternecimiento y respondió con volubilidad: No pensemos en eso, querida prima. Preparémonos á ser compadres. Y á propósito, hazme el favor de presentarme á tu encantadora sobrina. La frente de Clementina se contrajo. Esta primera ejecución del convenio le padecía humillante. Tuvo, sin embargo, que resignarse y abriendo la puerta del salón, llamóBobart!"

Había que resignarse y no hacer un desaire a los señores de la casa. Y a los pocos minutos ya estaban amigablemente en torno de la mesa, con el mantel cubierto de migajas de bizcocho, las jícaras de chocolate vacías y clavando barquillos en las entrañas de los sorbetes.

La virginidad de la carne era tan importante como el amor; y cuando se perdía, aunque fuese por un azar, sin voluntad alguna, había que resignarse, doblar la cabeza, decir adiós a la dicha y seguir el camino de la vida, sola y triste, mientras el amante infeliz se alejaba por otro lado buscando una nueva urna de amor cerrada e intacta. Para María de la Luz el mal era irremediable.

Siguiendo la costumbre general de aquella época, observada hasta por los principales magnates del imperio, como por ejemplo el duque de Lerma, entró en una hermandad religiosa; pero no por esto se alivió en nada su suerte. El poeta, ya anciano, debió resignarse de nuevo, y buscó un consuelo á la ingratitud de los hombres consagrándose en la soledad al cultivo de su amada poesía.

Respetemos las disposiciones del grandísimo Todo á que pertenecemos, y vengan penas. Para eso está la filosofía, ó si se quiere, la religión: para hacer pecho á la adversidad. Pues si no fuera asi, no podríamos vivirTodo, lo aceptaba Torquemada menos resignarse. No tenía en su alma la fuente de donde tal consuelo pudiera salir, y ni siquiera lo comprendía.

Un hombre de pasiones y de imaginación no puede resignarse con la pobreza o con un pasar ramplón y cotidiano. Hay que ahuyentar al lívido y desarrapado espectro de la necesidad. Hay que buscar la llave mágica que abre los tesoros de la vida: la espada bruja que decapite al dragón de la miseria. Y este talismán impreciado es el oro.

Acudir á los tribunales es imposible, porque el negocio no lo consiente; reprochar al pérfido la negrura de su accion es desahogo estéril; con tomar una venganza nada se remedia y se aumentan los males del vengador. No hay mas que resignarse.