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La salud brillaba en sus frescas y sonrosadas mejillas; la calma, en su cándida y tersa frente, coronada de rubios rizos; la serenidad del espíritu, en sus ojos azules, donde cierto fulgor apacible de caridad y de sentimientos piadosos suavizaba el ingénito orgullo.

Así que rara era la joven que se confesaba con él, ni menos la que apeteciese su conversación o tuviese gusto en envolverle entre nubes de incienso, como hacía Cándida en aquel momento. Su misma inclinación a rescatar las mujerzuelas perdidas, por más que se respetase, no le hacía simpático a las señoritas.

Ella, cándida como a los ocho años, y espiritual como a los sesenta; era mi consejera y mi confidente para todo; creo que la costumbre de tener con ella el corazón abierto, ha apresurado su gran madurez de juicio; en cuanto a su piedad, es todo un ángel y sólo temo el exceso, si es que puede llegar a serlo más; parece una madre de familia; no me cabe duda de que, si tiene hijos, los hará hombres de provecho.

Apenas hay mujer, por cándida que sea, que se atreva a decir a nadie esto que aquí se apunta; pero las más de ellas, cuando se encuentran en la posición de doña Luz, lo sienten y lo creen a pies-juntillas, aunque se lo callan por temor de las burlas irreverentes de incrédulos y bellacos. Dimanaba de todo algo como embriaguez de felicidad para doña Luz.

SANCHO. Yo lo conozco y lo creo. ¡Ay, que me muero de amor! ¡Ay, que me abraso de celos! ¿A cuál hombre ha sucedido Tan lastimoso suceso? ¡Que trujese yo a mi casa El fiero león sangriento Que mi cándida cordera Me robara! ¿Estaba ciego? estaba; que no entran bien Poderosos caballeros En las casas de los pobres Que tienen ricos empleos.

Ya la cándida Pupen no era la morena dalaga de gustos sencillos, sino la orgullosa señora que presentía hasta la blancura de su cara ante la brocha del colorete.

Y afuera, en el gran patio, un bosque de naranjos, á cuya sombra murmuran las aguas de las fuentes.... Admirable religion aquella, reducida á la creencia en Dios uno, sin intermediarlos, el espliritualismo en la fe, la nocion del paraíso, y el sentimiento del amor, de la fraternidad y la igualdad, religion que se revela en una arquitectura de la mas cándida simplicidad!

La cándida miss se había fiado de su palabra, que él tenía acaso entonces intención de cumplir, y, para captarse las simpatías de su futura suegra, había aceptado el papel dictado por aquel a quien consideraba como su legítimo dueño y señor ante Dios y ante los hombres. Hemos visto lo que había resultado.

Decidme que apagaréis mis enojos y me amaréis de veras. ¡Ah! ¡Cuándo será que pueda llamaros mi esposa, mi Beatriz, mía! ¡toda mía! Su aliento buscó la mejilla cándida de la doncella. En este instante alguien nombró a Gonzalo de San Vicente y Beatriz oprimiole la mano para que le dejase escuchar.

Nunca me había chocado tanto como entonces, por el contraste con la cándida sencillez de Elena, la ridiculez de aquellas maneras y de aquellos adornos. Lacante hizo que su hija se sentase y le presentó, uno por uno, sus invitados, añadiendo al nombre de cada cual una nota característica destinada a fijar sus recuerdos. Cuando llegó a , Elena dijo con presteza: A este caballero lo conozco.