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Al verte por vez primera, recordé tu rostro y columbré su semejanza en la nebulosa lejanía de tiempos pasados. Reminiscencias confusas de una vida anterior se despertaron en mi alma. En tierras muy remotas, nacida yo en humilde, en casi vil condición, te había amado y había sido tuya. ¡ te avergonzabas de , cruel! me abandonaste. Morir fue mi sino, pero no quise morir desesperada.

Es pues muy probable que semejante estado de atraso en Caupolican, aun relativamente á las provincias vecinas, no provenga sinó de la falta de relaciones comerciales.

En efecto, el Príncipe cede al imperio de las circunstancias, y presenta su mano á Rosaura; hasta llega al extremo de acoger con benevolencia al Condestable, hombre muy influyente en política por su saber, no negando su aprobación al casamiento que pretende con Doña Blanca.

Insalubridad de la provincia. La provincia de Caupolican es generalmente muy sana: jamas se han esperimentado en ella epidemias, y hasta las enfermedades endémicas son raras, ó se hallan confinadas en puntos muy limitados. Decimos esto, porque las dos únicas pestes, que por ahora perjudican al aumento de la poblacion, pueden desaparecer tan luego como se quieran aplicar algunos remedios.

El terrible gigante Adamastor, domado ya por la secular constancia y el valor de los portugueses, estaba sin duda de muy buen talante en aquella ocasión, y sin tormentas ni furores dejó que entrasen en el mar de la India la nave de Morsamor y otras cuatro naves más, que formaban la escuadra en cuya compañía Morsamor navegaba.

La generala tardó mucho en mirarle de nuevo; pero esto le importaba a él muy poco: sabía que el golpe estaba dado y que había sido certero, y esperaba confiadamente el resultado.

En el curso de la conversación había cruzado por delante de ellos un chico imberbe a quien Núñez saludó inclinándose muy reverente y quitándose el sombrero. A Tristán le sorprendió un poco aquel saludo aunque no dijo nada. Pero ahora, como cruzara otro jovenzuelo de diez y ocho a veinte años y Núñez volviese a inclinarse y saludar con la misma reverencia, no pudo ocultar su sorpresa.

En ella me decía que la enferma había sufrido un ataque horrible; que el doctor se mostraba muy alarmado e inquieto, y que la cosa iba mal, muy mal. «Yo quiero que estés aquí, en caso de una desgracia, para que me acompañes y me ayudes. Juana hace cuanto puede. La pobre ya no sirve para cuidar a un enfermo, y la criada no tiene modo. ¡Qué falta me hace Angelina!

Ana, después de leer estas y otras páginas, escribió sus impresiones de aquellos días. Don Víctor vino a interrumpirla para anunciarle que ya había instalado su tienda de campaña a la orilla del río, en el paraje más ameno y fresco, junto a una mancha de sombra en el agua, donde infaliblemente habría truchas. Desde aquella tarde pescaron. Pescaron poco, pero muy alabado.

De esta fecha no me queda duda, porque al día siguiente salió la escuadra. Nos levantamos muy temprano y fuimos al muelle, donde esperaba un bote que nos condujo a bordo.