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Hallamos árboles grandes de sauces secos que habian traido las corrientes del rio: en tierra hallamos plantas como las del puerto de San José, apio, llanten y otras: patos, chorlitos, perdices é infinitos lobos, de admirable tamaño.

El amor, no es más que fatigas y dolores. Basta de amor, que harto conozco ya lo que trae consigo. Volemos otra vez, y vamos a donde quieras, amiguito. De veras te digo que me cargan estos árboles y este río: estoy ya hasta la corona de céspedes, prados, arroyos y pajarillos. Démonos una vueltecita por esos mundos. Levántame: quiero subir hasta las nubes.

Lo he visto en el fuego y respondo de él. Tómelo, y tendrá usted mi reconocimiento y el suyo. La señora de Laroque se rió mucho de mi manera de recomendar á las gentes, pero finalmente parece que era buena, puesto que tuvo éxito.

El Rio Serre nace al norte de Concepcion de Chiquitos, y siguiendo la misma direccion que el rio Verde, se incorpora al Guaporé como veinticinco leguas mas abajo. Es igualmente navegable para barcas de alguna dimension.

A las tres de la tarde, tuvieron por el sud-oeste el cerro del rio de Santa Cruz, que es una punta de tierra alta, toda árida, con un mogote alto á la punta. A las cinco estuvieron este-oeste, con dicho cerro, en catorce brazas de fondo de cascajo, á poco mas de dos millas de la tierra.

»No comprendo ya más que una cosa. No puedo sufrir mi amor inextinguible. No puedo sufrir la ridiculez que en noto. Hasta la poesía de un gran dolor no es dable en , porque me río yo mismo de mi dolor y le hallo cómico. »No me queda más recurso, si no muero buenamente, que buscar modo de morir cuanto antes. »Perdona este largo desahogo. Perdona esta prolija carta. Será la última. Adiós

El día, agonizante, suspiraba quizá por la luz pura que, al sonreirme amante, derramaba en mi pecho palpitante de tu mirada intensa la ternura... ¡Perdóname, bien mío! Todo, menos tu faz y mi alegría, tornábase sombrío: calló la alondra, adormecióse el río, bajó al abismo el sol, expiró el día...

Tuvo aún fuerzas para arrancarse a ese último espanto, y de pronto lanzó un grito, un verdadero alarido en que la voz del hombre recobra la tonalidad del niño aterrado: por sus piernas trepaba un precipitado río de hormigas negras. Alrededor de él la corrección devoradora oscurecía el suelo, y el contador sintió por bajo el calzoncillo, el río de hormigas carnívoras que subían.

El capitan se lo concedió, segun la órden del Rey, y los admitió de paz, como debia hacerlo; aunque la pidiesen tercera vez, porque solo si se rebelasen despues, quedaban esclavos perpetuos. Quedan los soldados en la Asumpcion; reconocen el sitio y condicion de la tierra, y suben por el rio mas arriba.

Desde allí, añade el geógrafo griego, comienzan á levantarse los Montes Marianos cargados de plata, y á mano izquierda se tiende la Campiña. A poca distancia de Peñaflor, en la márgen opuesta, se descubre la villa de Palma del Rio, que hicieron famosa en la edad media los grandes hechos de armas de sus señores los Bocanegras y los Portocarreros.