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La buena señora se pone nerviosa y triste siempre que le hablan de este pleito y de tu prisión». «Muñoz y Nones dijo la señora a mi suegro , yo quiero que usted arregle esto. Tómelo usted por su cuenta, hable a esa desgraciada, demuéstrele lo inútil de su tenacidad, y ofrézcale en mi nombre lo que a usted le parezca, con tal que me deje en paz». ¿Eso le dijo?...

Lo he visto en el fuego y respondo de él. Tómelo, y tendrá usted mi reconocimiento y el suyo. La señora de Laroque se rió mucho de mi manera de recomendar á las gentes, pero finalmente parece que era buena, puesto que tuvo éxito.

¡Ta, ta, ta!... ¿Y a usted quién le mete en esto, D. Andrés?... Soy su padre y hago lo que quiero. ¡Vergüenza debía darle ensañarse así con una pobre chica! Pues si no le gusta, D. Andrés, tómelo en dos veces. En mi casa mando yo. Váyase a la suya si no quiere verlo. Ahora mismo dijo; y echándole una mirada iracunda y despreciativa, salió furioso del molino.

Como quiera que fuese, toda persona delicada y noblemente orgullosa no repara en las bajezas y bellaquerías del vulgo de los mortales y en la utilidad que proporcionan: no acepta jamás, sino en sentido irónico y de burla, la picaresca sentencia de la fábula: "Tómelo por su vida: considere Que otro lo comerá, si no lo quiere."

Alguna cosa que yo no entenderé ni la entenderá nadie... Diga lo que quiera y tómelo por donde lo tome, Dios no puede volverse atrás de lo que ha hecho; y aunque se hunda el mundo, este hijo es el verídico nieto natural de esos señores, D. Baldomero y doña Bárbara... y la otra, con todo su ángel, no toca pito, no toca pito... eso es lo que yo digo.

Era Ballester, quien al verla, se quedó algo cortado. «¿Viene usted a esta casa? le dijo la dama . Pues tómelo con paciencia, que el pájaro voló. La señora esa se ha ido a la calle. Dentro están el chico y la criada; pero como se llevó la llave, no podemos entrar. Aguante usted el plantón, como yo, si no tiene prisa, que ya no puede tardar». ¡Pero si le habíamos prohibido que saliera!

O bien había sido el Conde uno de tantos, y no primero en una serie más o menos larga y variada, o bien, si por dicha había sido el primero, el mismo diablo había allanado antes los caminos tan suave y aviesamente, que harto se podía dar ya por perdido lo que había que perder, y al Condesito sólo le remordía la conciencia, como al joven filósofo de la fábula, por haber cedido con fragilidad al capcioso argumento que estos versos expresan: Tómelo por su vida, y considere Que otro lo comerá si no lo quiere.

Tomélo de memoria. Prestóme una daga, que en lo ancho era alfanje, y en lo largo no se llamaba espada, que bien podía. "Bébase me dijo -esta media azumbre de vino puro; que si no da vaharada no parecerá valiente."

Empezaría a anochecer en Castel-o-Branco, y poníase por consiguiente obscuro el horizonte, cuando acertó a pasar por allí un español de éstos sanos de los del siglo pasado, y que poco o nada se curan del gobierno; de éstos que dicen: a siempre me han de gobernar, tómelo por donde quiera. A qué iba el español a Castel-o-Branco, eso sería averiguación para más despacio.