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Así comprendo yo qué es la filosofía con respecto a la ciencia que de la observación y del experimento procede.

, tío, ; comprendo perfectamente que las graves ocupaciones que V. tiene en su vida pública y privada no le permitirán dedicarse al arreglo de mis negocios con la atención que V. quisiera... Yo lo siento muchísimo... pero más vale que desde el principio hablemos claro...

Mucho más hermosas me parecerán a , que jamás las he visto, que a vosotras que estáis saciadas de verlas.... No creas , Florentina, que yo no comprendo las bellezas; las siento en de tal modo, que casi, casi suplo con mi pensamiento la falta de la vista. Eso que es admirable.... Por más que digas replicó Florentina siempre te resultarán algunos buenos chascos cuando abras los ojos.

Y los otros, con más ó con menos discreción, todos se entregaban á una cordial y envidiable alegría. D. César quedó sorprendido. Los miró unos instantes estupefacto y al fin, dejando caer su mano que tenía levantada, sonrió con expresión humilde. Bien comprendo que mis palabras suenen mal en vuestros oídos, no avezados á escuchar los ecos de la sabia antigüedad.

He pasado por ahí cien veces al día y me ha dado horror el aspecto sombrío de esta casa, sepulcro en vida de tan bella criatura. Usted se reirá de , lo comprendo. Le parecerá extraño este interés que tomo por una persona á quien sólo he visto una vez; pero de este misterio no hay que hablar ahora. Lo que importa es que usted se decida á hacer lo que yo le aconseje.

¡Cómo! ¿menudencias llama usted a cosas que atañen a la honra, a la reputación, al porvenir de una persona? No te enfades por mi manera de expresarme; ya comprendo que no he debido llamar menudencias a cosas graves, porque grave es en verdad un asunto de amor, de verdadero amor. ¡Acabáramos! ¿Conque ama usted a Antoñita? Muy compungidamente Felipe contestó que .

Pero, mi querida señorita, comprendo que se aburra usted un poco en Krakowitz; es muy aislado esto... y su señor padre tiene historias con todo el género humano... Pero, en fin, si usted tiene ganas de casarse, una mujer como usted no tiene más que hacer que levantar el dedo meñique. ¡Oh, cállese! me responde; esas son frases. ¿Quién me querría a ? ¿Conoce usted a alguno que me quiera?

Y sólo ahora, ahora que está muerta, comprendo claramente hasta qué punto se sentía miserable y quebrantada, allí tendida sobre los cojines, ella que ordinariamente se mostraba para y para los demás tan altiva y estricta. Era como si algún prodigioso dolor hubiera roto en ella el resorte íntimo de la vida. Hoy veo todo eso claramente; entonces nada veía, nada quería ver.

Pero, padre interrumpió la abuela, que perdía la paciencia, ¿hacían falta tantas ceremonias en otro tiempo para casarse? Los padres presentaban un partido conveniente, y las jóvenes se casaban sin decir palabra. Nadie pensaba en estas dilaciones de que usted habla, y que no comprendo más que cuando una joven es llamada hacia Dios...

No comprendo á vuecencia dijo. Me explicaré: ¿sabéis por qué la reina no parece? ¿Qué no parece su majestad? , por cierto; la reina se ha perdido esta noche, ó ha estado perdida. En una palabra: su majestad la reina, á cierta hora de la noche, no estaba en su cuarto. ¿Cómo, á qué hora? A principios de la noche.