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Tenía en su gesto y en sus manos algo de sacerdotal, como si la muerte fuese la única injusticia ante la que se prosternaba su cólera de rebelde. Al ver los gitanos a Mari-Cruz, tendida e inmóvil, permanecieron largo rato en silencioso estupor. En el fondo de la gañanía sonaban los sollozos de las mujeres, el murmullo apresurado de un rezo.

Volábamos sobre la tendida sabana, gozando de aquella indecible fruición física que se siente cuando se corre por los campos sobre un caballo de fuego y sangre, estremeciéndose al menor ademán que adivina en el jinete, la boca llena de espuma, el cuello encorvado y pidiendo libertad, para correr, volar, saltar en el espacio como un pájaro.

La maravilla física del agua tendida uniformemente sobre una bola á la que se adhiere sin desviarse, ese milagro, acababa de ser demostrado. Por fin era conocido el mar Pacífico, el grande y misterioso laboratorio donde, lejos de nuestras miradas, la Naturaleza trabaja profundamente la vida, elaborándonos nuevos mundos, nuevos continentes. La ley de las tempestades.

En el umbral se quedó paralizado de asombro ante lo que iluminaba la luz fuliginosa del candilón. Sabel, tendida en el suelo, aullaba desesperadamente; don Pedro, loco de furor, la brumaba a culatazos; en una esquina, Perucho, con los puños metidos en los ojos, sollozaba.

Me hizo entrar en mi casa, cerró la puerta con cerrojo, entró en el salón el primero, pues yo no quise pasar delante de él, y viendo á Juana Baud tendida en el suelo, lanzó un juramento y dijo volviéndose hacia : ¡He aquí un feo negocio! ¿La ha matado usted? Era una bribona, pero el procedimiento es brutal... Yo exclamé, impulsada por la necesidad de disculparme: ¡Me ha pegado!

Después fue cuando la señorita me mandó que le hiciese un poco de tila, y mientras yo estaba en la cocina subió su padre con los amigos. Cuando llegué la encontré tendida en el suelo en paños menores. El papá trataba de llevarla a la cama y yo le ayudé.

Y dispense V. E. Como todos los vacíos de mollera, era hablador, y hablador insulso; tomaba la palabra y era un escupir sandeces por aquella boca... El amigo del doctor Eneene tenía que aguantarle su charla y reírle sus gracias, sobre todo, cuando venía el cuento al caso, postre indispensable de su conversación, tan indigesto, que no había quien lo probara dos veces, sin sentirse malo de veras; don Bernardino pasaba por este amigo abnegado: era él bastante fino para apreciar debidamente la estulticia de S. E.; pero, tan calculista como fino, conocido el lado flaco, le adulaba, dejándole hablar, fingiendo escucharle con gusto y riendo a carcajada tendida el cuentecito de cajón.

De repente sus ojos se detuvieron en un objeto que en el suelo yacía. ¡Cielos!... Migajas exhaló un rugido de dolor, y cayó de rodillas. Allí, tendida como un cadáver, los vestidos rasgados y en desorden, partida la frente alabastrina, roto uno de los brazos, desgreñado el pelo, estaba la señora de sus pensamientos ¡Lastimoso cuadro que partía el corazón!

Los Manantiales de Piñeiro están en una cañada tendida de N á S, hasta incorporarse con el arroyo Salado.

Ya ven, señores... toda una catástrofe... Durante un segundo, me quedé como aplastado por el golpe; pero inmediatamente tomé al joven por el cuello: ¡Alto, hijo mío! dije, ¡basta de farsas! Y, asiéndolo siempre por el cuello, lo llevo otra vez a su sitio; después, cierro las puertas y levanto a mi mujer, que solloza convulsivamente, tendida sobre el piso.