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Era la señorita de Sardonne de bastante estatura, pero lo que sobre todo la hacía admirar era su magnífico aire: una reina. Ojos de obscuro purísimo azul, tez ligeramente morena, y al sonreír dos hoyuelos se abrían en sus mejillas. ¡Detalle por cierto encantador!

La tripulación de pigmeos braceaba sobre la cubierta, gritándole para que volviese atrás, y como tardase en obedecer, una gran flecha disparada por el buque pasó cerca de su nariz á guisa de amenazadora advertencia. Otro día, aburrido de la monotonía de sus continuos viajes entre la orilla de la playa y la punta de la escollera, el Hombre Montaña quiso permitirse una ligera diversión.

Y Julî se despertaba, se incorporaba sobre su petate, se pasaba las manos por la frente para recoger su cabellera: ¡frío sudor, como el sudor de la muerte, la humedecía! ¡Madre, madre! sollozaba.

15 Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra la cual yo les di, dijo el SE

Lo que sobre llevaban era la cifra y compendio del trabajo humano: todas las ciencias, todas las industrias convergían a buscar maravillas o realizar prodigios para ellas.

No es éste el lugar oportuno de referir prolijamente la vida de tan grande hombre, querido y admirado de toda Europa; pero tampoco nos parece justo hacerlo con superficialidad después de los concienzudos trabajos de Ríos, Pellicer, y sobre todo de Navarrete, que han derramado nueva luz sobre ella, y que son poco conocidos fuera de España . El objeto de esta obra exige tan sólo extendernos cuanto nos sea dable sobre sus trabajos dramáticos; de los demás sucesos de su vida sólo trataremos más minuciosamente en los casos en que las modernas investigaciones hayan revelado hechos desconocidos, ó subsanado antiguos errores, tocando ligeramente los datos y noticias ya vulgares.

"Abrazóle el rey, preguntóle su nombre, y dijo que se llamaba Periandro. Quitóse en esto la bella Sinforosa una guirnalda de flores con que adornaba su hermosísima cabeza, y la puso sobre la del gallardo mancebo, y, con honesta gracia, le dijo al ponérsela: " Cuando mi padre sea tan venturoso de que volváis a verle, veréis cómo no vendréis a servirle sino a ser servido."

Las dos criadas, que entraron en pos de ella, colocaron también sobre la mesa blanco pan, anchas copas y sendos y grandes jarros. Señalándolos Teletusa con el dedo, habló así: Este es vino rancio y seco de Chipre, néctar exquisito, consagrado a Venus, cuya fue aquella isla, allá en las edades felices en que vivieron y reinaron las diosas entre los mortales.

Sin embargo, nuestra casa era demasiado grande para nosotros. Usted ha visto. Usted no... en fin... ha visto que las salas lujosamente puestas parecen más solitarias e inútiles. Sobre todo solitarias. Todo nuestro palacio vivía así en silencio su estéril y fúnebre lujo. Un día, en menos de diez y ocho horas, nuestro hijo mayor nos dejó por seguir tras la difteria.

Las otras dos, más fuertes, deliberaron. ¿Quién le ponía el cascabel al gato? ¿Quién proponía a su señor padre que recibiera los Sacramentos? Se lo propuso la hija mayor, Agapita. Papá, que eres tan bueno, ¿querrías darme un disgusto, dárselo a mamá, sobre todo, que te quiere tanto... y es tan religiosa?...