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Mira, dijo Maximiliano con el acento más grave del mundo y como quien hace una confidencia importante . Eso del Mesías, acá para entre los dos, no lo he creído yo nunca, ni era dogma ni cosa que lo valga. Lo dije porque tuve un sueño, y al despertar se me quedó parte de él en la cabeza, y me andaba aquí dentro como un cascabel.

Se trataba ahora de borrar los últimos vestigios de herejía o lo que fuese, congraciándose con la catedral y rogando al señor Obispo que presidiera el solemne reparto de premios aquel año. «Pero ¿quién le ponía el cascabel al gato? Visitación, la del Banco». ¿Quién más a propósito para tales atrevimientos? Por el bien parecer pidió que en su visita le acompañase otra dama de viso.

Púsose entonces a canturriar, mirando hacia arriba, y mostrándose, al parecer, más dispuesta a rendir su mejilla y su boca allí mismo, que aquel loco espiritillo que palpitaba en su cabeza cual una guija de cascabel. Dicho estado venturoso no duró para Ramiro.

Sus amigos convienen con él, y en su ausencia se les oye decir: Yo lo dije; esa comedia no podía gustar; pero, ¿quién se lo dice al autor? ¿Quién pone cascabel al gato? Yo le dije que cortara lo del padre en el segundo acto: aquello es demasiado largo; pero se empeñó en dejarlo.

¿Y por supuesto añadió éste , estará levantada y tan campante? Tan campante y levantada repitió Bermúdez , y haciendo labor en el saloncillo. Pues ¿qué pito tocamos aquí nosotros entonces? exclamó Fuertes hecho un cascabel . Vamos a acompañarla y a darla conversación... Digo, si no la molesta, o yo no estorbo.

Tío, enseñando latín se gana muy poco. Pero ese caballo... vendiéndolo... ¡Cascabel! En primer lugar, que yo quiero mucho á Cascabel, porque desde su juventud, que es ya remota, ha servido buena y lealmente á mi padre; en segundo, que no habría nadie que diese un ducado por Cascabel, porque ni el pellejo aprovecha.

Momentos después de partir el break, la Pampita percibía claramente el repiqueteo del cascabel del cadenero y las voces de Hipólito: ¡Jiú!... ¡jiú!... ¡jiú!... Si Lorenzo y Ricardo habían salido hondamente entusiasmados con la visita a la «Pampita», ésta, había quedado más impresionada que en otros casos, ante la presencia de aquellos dos buenos mozos, gallardos y cultos.

En la puerta del Mercado vendíanse narices de cartón, bigotes de crin, ligas multicolores con sonoros cascabeles, y caretas pintadas, capaces de oscurecer la imaginación de los escultores de la Edad Media, unas con los músculos contraídos por el dolor, un ojo saltado y arroyos de bermellón cayendo por la mejilla; otras con una frente inmensa, espantosa; caras de esqueletos con las fosas nasales hundidas y repugnantes; narices que son higos aplastados, o que se prolongan como serpenteante trompa con un cascabel en la punta; sonrisas contagiosas que provocan la carcajada y carrillos rubicundos a los que se agarra un repugnante lagarto verde.

Con decir que la jarana era de las llamadas de cascabel gordo, ahorro gasto de tinta. La zamacueca o mozamala es un bailecito de mi tierra y que, nacido en Lima, no ha podido aclimatarse en otros pueblos. Para bailarlo bien es indispensable una limeña con mucha sal y mucho rejo.

Pues sea; me embarco con vos; agito con vos el cascabel de la locura: cometo la primera tontería de que tengo memoria: Cervantes, á quien Dios perdone sus pecados, creyó haber muerto con su Ingenioso Hidalgo don Quijote á los caballeros andantes; pero se engañó, porque aquí estamos dos. Vos porque tenéis ojos, y yo porque tengo corazón y agradecimiento. ¡Agradecimiento!