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Si ahora le salvaseis, en seguida volvería a hacer de las suyas y a dar nuevo motivo para que le apretasen el pescuezo. Vuestro sacrificio no sólo sería inútil, sino también perjudicial. Los consejos de usted contestó Juanita , y perdone usted que se lo diga, son aquí los inútiles. Contra mi firme resolución no hay consejo que valga. No son consejos, sino dinero o crédito lo que yo necesito.

Este que debe alabarse, y mátenle un fénix a quien sea su devoto, cuando tenga más necesidad de comer. Dios se lo perdone a Claudiano, que celebró esta necedad imaginada, para que todos los poetas pecasen en él.

Dios se lo perdone, que me ha pisado," Oyéronme esto, y en llegando empecé a decir: "Por tan alta señora", y lo ordinario de "la hora menguada y aire corrupto". Ellos se venían desgañitando, y dijéronme: "¿Va por ahí un hombre, hermano?" "Ahí delante, que aquí me pisó, loado sea el Señor."

Y cuando alguno de éstos escapaba, ¡Dios me lo perdone!, que mil veces le daba al diablo, y el que se moría otras tantas bendiciones llevaba de dichas.

No interesaba a Jacinta aquel triste relato tanto como creía Nicanora, y viendo que esta no ponía punto, tuvo la dama que ponerlo. «Perdone usted dijo dulcificando su acento todo lo posible , pero dispongo de poco tiempo. Quisiera hablar con ese señor que llaman Don... José Izquierdo».

La corcovada es su hija, y por más señas costurera, ¿sabes?, y con achaque de la joroba, pide también. Pero es modista, y gana dinero para casa... Total, que allí son ricos, el Señor me perdone; ricos sinvergonzonazos, que engañan a nosotras y a la Santa Iglesia católica, apostólica.

Para mostrar la aprobación de los espectadores, se usaba de la voz vítor ó se daban palmadas . A tales expresiones ruidosas del concurso aluden las súplicas, que se hacen ordinariamente en la conclusión de las comedias españolas, rogándole que perdone sus faltas, que aplauda, etc.

Subí el primer tramo maquinalmente; pero al llegar allí me acordé de mis nervios, no podia suponer que en Francia hubiese dos pisos principales, uno abajo y otro arriba, y creí llegada la ocasion de preguntar de nuevo: ¿Dónde va usted, señora? Es aquí, es aquí. Perdone usted; el caballero que nos recomienda nos dijo que su ama de usted vivia en un piso principal.

Pues sea; me embarco con vos; agito con vos el cascabel de la locura: cometo la primera tontería de que tengo memoria: Cervantes, á quien Dios perdone sus pecados, creyó haber muerto con su Ingenioso Hidalgo don Quijote á los caballeros andantes; pero se engañó, porque aquí estamos dos. Vos porque tenéis ojos, y yo porque tengo corazón y agradecimiento. ¡Agradecimiento!

Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña, que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de , tomóle el parto y parióme allí: de manera que con verdad puedo decir nacido en el río.