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Dominé la cólera que en provocó aquel ataque, que ataque era, y muy audaz, puesto que la palabreja usada era ofensiva, y en pocas palabras, con mucha cortesía, expliqué los motivos de mi separación. Ocaña y Venegas me oyeron con indiferencia, casi con desprecio, pero los boticarios dieron muestras de que se interesaban por . ¡Ya! exclamó el más parlachín. ¡Ya me lo imaginaba yo!

¿No merezco ya ni dos minutos de atención? afirmó con amargura el noble lord . ¿Ya no se me concede ni el favor de una palabra?... Está bien, no me quejo. Ahora parece indudable que parte dijo Amaranta. Señora, adiós exclamó lord Gray con emoción profunda, verdadera o fingida . Araceli, adiós; Inés, amigos míos, procuren olvidar a este miserable.

Hombre, me alegro mucho exclamó Camba ; tengo una cita galante con una bailarina, con la... y pronunció uno de esos nombres radiantes, cascabeleros, armados de voluptuosidad, que, desde los carteles teatrales, hacen latir violentamente a los corazones de veinte años . Estaba muy triste, porque no podía ir por el estado ruinoso de mi deshabillé. Pero has venido a salvarme.

Pues no tiene usted más que venirse a pasar unos días con nosotros y yo le haré matar una docena de ellos. ¡Poco gusto que le daría a mamá verles a ustedes por allá! ¿Pero, Nanín, no sabe usted que tengo un niño y que le estoy criando? exclamó ella riendo. ¿Y eso qué importa? Se lleva al niño y la servidumbre que ustedes necesiten.

Una palidez biliosa, lívida, terrible, cubrió las mejillas de la comedianta; sus ojos irradiaron una mirada desesperada, tembló toda, y exclamó con acento opaco: ¡Conque me ha engañado!... ¡conque me ha mentido!... ¡ya lo sospeché yo!... Quevedo le trajo ayer á mi casa... , , veo claro... muy claro... ¡ya se ve!... ¡como yo soy... ó era la querida del duque de Lerma!... ¡oh! ¡han querido tener en un instrumento!... ¡ese maldito don Francisco, que lee en el alma... que adivinó que yo me enamoraría de él... que me volvería loca por él!... ¡oh! ¿quién había de creer que Quevedo fuese tan villano? ¡oh! ¿quién había de pensar que un joven de mirada tan franca y tan noble, sucumbiría á tal bajeza... á tal crimen?... ¡enamorar á una pobre mujer que vive tranquila, resignada con su fortuna... hacerla odioso su pasado y desesperado su presente... matarla el alma!... ¡oh! ¡qué crimen, qué crimen... y qué infamia! ¡Es necesario que aunque yo me pierda se acuerde de ! ¡Es necesario que yo me vengue!...

Rorró: exclamó tía Pepilla dile a tu madrina lo que te recomendó el doctor. , tía; ejercicio, mucho ejercicio; siquiera una vuelta por la sala todos los días; ¡una vuelta, una sola, madrina! Eso de estar así, sentada, todo el día sentada, ¡no puede ser bueno!... ¡Pero... si... no puedo! murmuró. Un esfuerzo.... Tía Pepa me hizo una seña para que viera yo los pies de la enferma.

Dirigiendo la mirada hacia el lugar que febrilmente señalaba, al Papagayo de Huichilobos, a poca distancia de nosotros, posado sobre un saliente de la torre. ¡Es idéntico! exclamó. No, dije con bastante calma. Es el mismo. Está vivo, pero tiene rota el ala izquierda. Yo mismo se la he roto.

Vaya Ballester dijo Fortunata con malísimo humor . No estoy ahora para bromas. Lo creo... Tiene usted el corazón como si se lo estuvieran apretando con una soga... ¡Ay!, ... exclamó con arranque la joven a quien faltaba poco para echarse a llorar. Y usted ha llorado, porque los ojos también lo están diciendo. , ... pero déjese de tonterías y no se meta en lo que no le importa.

Don Salvador, en todos estos paseos campestres, llevaba siempre un libro. Se sentaron a descansar a la sombra de un almendro, y a la caída de la tarde regresaron al pueblo. Ya cerca de casa, don Salvador echó de menos el libro. ¡Ah! exclamó, me he dejado al pie del árbol mi precioso ejemplar de El libro de Job, parafraseado en verso por Fray Luís de León.

¿Y ese libro dice que yo soy bonita? preguntó la Nela apelando a todos los recursos de convicción. Lo digo yo, que poseo una verdad inmutable exclamó el ciego, llevado de su ardiente fantasía. Puede ser observó la Nela, apartándose de su espejo pensativa y no muy satisfecha que los hombres sean muy brutos y no comprendan las cosas como son. La humanidad está sujeta a mil errores.