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Y con las gafas caladas iba deletreando la historia de cada héroe pecuario. «Diamond III, nieto de Diamond I, que fué propiedad del rey de Inglaterra, é hijo de Diamond II, triunfador en todos los concursosSu Diamond le había costado muchos miles; pero los caballos más gallardos de la estancia, que se vendían á precios magníficos, eran sus descendientes. Tenía más talento que algunas personas.

La culpa tengo yo de que se atrevan Por la quietud con que en mi casa vivo. La buena vecindad lo causa. Basta; Que yo lo enmendaré de aquí adelante, Y dése buen principio en esta noche. Nueve, los más gallardos de vosotros, Ensillen sus caballos y armen luego; Que quiero poner miedo a estos villanos, Y que no tengan de sosiego un hora.

CHRISTOVAL DE VIRUES se le seguia, Con PEDRO DE AGUILAR, junta famosa De las que Turia en sus riberas cria. No le pudo llegar mas valerosa Esquadra al gran Mercurio, ni él pudiera Desearla mejor, ni mas honrosa. Luego se descubrió por la ribera Un tropel de gallardos Valencianos, Que á ver venian la sinpar galera.

Gallardos, sueltos, flexibles, como las guías de convólvulos y cabrifollos que sombreaban la fuente. Las rosas... ¡ah! ¡las rosas! Lindas y espléndidas salían de manos de la anciana; pero Angelina las embellecía al tocarlas. Un tallo duro, una hoja rebelde, un pétalo sin gracia, todo recibía de la joven singular hermosura.

La compostura no agradó á la irritada zagala, que iba á responder con acritud; pero en aquel momento dos mozos gallardos se aparecieron de improviso, dando cortésmente las buenas noches. Jacinto de Fresnedo estaba delante de ella y Nolo de la Braña frente á Demetria.

La Serpolette estaba rodeada de dos gallardos oficiales, de un marino y un abogado, cuando le divisó rondando y metiendo en todas partes y rendijas la punta de su larga nariz como si sondease con ella los misterios de la escena.

En la plaza de la blasonada ciudad nada había variado: la Parroquia estaba intacta, igual, como la dejé diez años antes, con su graciosa cúpula de azulejos, su torre arruinada, abriéndose al peso de sus campanas «ponderosas», como decía don Román la yerba crecida en el cementerio; el frontis del templo, festonado con espontáneos helechos que a lo largo de las cornisas lucían sus palmas séricas, y coronaban con gallardos plumajes el susodicho blasón que los villaverdinos ponen en todas partes.

Esta elegante almenara que el pueblo cordobés contempla absorto, mide cincuenta y cuatro codos desde su arranque hasta la parte superior del domo abierto, al cual vuelven la espalda los almuedanes que convocan á la oracion girando por el balcon saliente, cuya graciosa balaustrada ciñe en derredor los cuatro muros como un ligero anillo; y desde este balcon corrido hasta el remate, levanta otros diez y ocho codos , coronándose con tres hermosas manzanas, dos de oro y una de plata, de tres palmos y medio de diámetro cada una, de las cuales parten dos gallardos lirios de seis pétalos que sostienen una granada de purísimo oro.

Charlaba como una lora, siempre buscando la compañía de los hombres; brincaba todas las tardes como una bailarína de ópera, haciéndose invitar por los mas jóvenes y gallardos á bailar polkas, varsovianas y cuadrillas; y tenia tal furor por el juego que se resentía con todos los que no le aceptábamos sus convites.

En el agua turbia de un estanque poco cuidado, en el agua agitada y cenagosa de un torrente, nada se refleja; mientras que en el haz limpia, tersa y tranquila de un lago de agua pura, el cielo, los montes, los astros, la luz, las flores y toda la gala y la pompa del mundo se retratan con tal primor, que el cielo parece allí más hondo e infinito, y la luz más clara, y las flores de color más vivo, y los montes más gallardos, y sus perfiles y contornos más graciosos y mejor desvanecidos en el sumo ambiente, y la verdura del prado más verde y más fresca.