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Pero a los quince días el gigante se cansa de la vida, desea la muerte para gozar de las ventajas de su conversión entrando en el cielo, y solicita permiso cortésmente para morirse otra vez, petición razonable a la que acceden los santos. Y desde entonces ningún mortal logra penetrar en la isla de San Borombón.

Los dos clérigos le saludaron muy cortésmente y Glocester dando un paso hacia él, le acarició con una palmadita familiar sobre el hombro. La envidia se lo comía, pero Glocester no era hombre que gastase menos disimulo. O era diplomático o no lo era. El Magistral se contentó con escupirle para sus adentros.

La causa del rompimiento fué que cuando aquellos cinco Misioneros de quien poco antes hablé, llevaron consigo á la ciudad de la Asunción los más nobles de aquella nación, no fueron éstos recibidos de la ciudad con buena cara, temiendo que venían á reconocer la tierra y darles de improviso un asalto y saquearla; con todo eso, por respeto de los nuestros, los trató cortesmente el Gobernador, y acariciados con mil regalos y presentes se volvieron á sus tierras.

¡Cuán sorprendida no quedaría ésta al reconocer en el hombre que le acababa de dar el susto al propio Conde de Alhedín, quien la saludaba cortésmente y le pedía por señas humilde perdón de aquella imprescindible irreverencia!

Un hombrecito vestido de negro, familiar de la inquisicion, que junto á el estaba sentado, interrumpió muy cortesmente, y le dixo: Sín duda, caballero, que no cree vm. en el pecado original; porque, si todo está perfecto, no ha habido pecado ni castigo.

Entonces, la primera respondió cortésmente el joven, interesado en aprovechar el menor plazo, aunque un poco alarmado por el tono de su madre. Como quieras.

Doña Blanca, antes de las seis, apareció en la calle con Clarita y don Valentín. Iban á misa á la Iglesia Mayor. Apenas los vió salir D. Fadrique, se acercó muy determinado, y saludando cortésmente con sombrero en mano, dijo: Beso á V. los pies, mi señora Doña Blanca. Dichosos los ojos que logran ver á V. y á su familia. Buenos días, amigo D. Valentín. Clarita, buenos días.

El segundo, un jurista muy aficionado a los estudios penales y que había publicado ya varias monografías referentes a ellos. Levantose el P. Gil al verlos. Ellos le saludaron cortésmente, aunque sin darle la mano. Bueno; ahí les dejo a ustedes con el pater dijo el llavero con grosería. Avisen ustedes cuando quieran salir. Y se fue.

Me informé entonces cortésmente de sus propiedades, y lo dejé entregarse a desatinadas jactancias a propósito de sus innovaciones, que no valían un clavo, según lo sabía yo de mucho tiempo atrás. La baronesa hizo su entrada. Un viejo objeto de arte... fino, distinguido.

Salía de ellos con las manos y los bolsillos repletos, para abrumar con una prodigalidad de paquetes al primer soldado que encontraba. A veces el favorecido sonreía cortésmente, dando las gracias con palabras reveladoras de un origen superior, y pasaba el regalo á otros compañeros que vestían un capote tan grosero y mal cortado como el suyo.