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Si el susodicho amigo mío se sale con la suya y reconstituye la lengua turdetana, los andaluces echaremos la zancadilla a los catalanes, a los gallegos, a los vascongados y a cuantos oriundos de España hay en América, aunque abandonando el castellano, salgan hablando y escribiendo en quichua, en guaraní o en el habla de los chibchas o de los aztecas.

Y ansí nos partimos alegres con el buen trueque y con haber negociado bien. En todo no vio nadie lo susodicho sino yo, porque me subía par del altar para ver si había quedado algo en las ampollas, para ponello en cobro, como otras veces yo lo tenía de costumbre. Y como allí me vio, púsose el dedo en la boca haciéndome señal que callase.

Debo decir a Vd. que soy oriundo de la provincia de Álava, una de las tres vascongadas, y mis padres fueron honradísimos labradores, que murieron teniendo yo muy pocos años, razón por la cual una tía a cuyo cargo quedé se apresuró a enviarme a México, donde sabía que mi susodicho tío había reunido, merced a su trabajo, una regular fortuna.

Obispo Inquisidor General del Sr. Valladares, que el dicho Fiscal de la Inquisición solicitó e hizo traer de la Corte. »En este tiempo inbió el susodicho Sr.

En los baños de Quinto se acabó de curar...». Despidiose el susodicho tan contento por llevarse su dinero como afligido por el percance de D. Francisco. A Isabelita, que estaba triste, afectada y sin ganas de comer, la mandaron a casa de Cándida para que pasara allí todo el día jugando con Irene y otras niñas de la vecindad.

La curia tomó sus medidas; y he aquí el arbitrio de que echó mano. Un día en que el rey se paseaba a caballo cerca del susodicho muelle, vio venir un batel, que se detuvo a una respetuosa distancia de su persona. En este batel se hallaba una especie de cuervo o pajarraco negro de mal agüero.

Pues he hecho relacion de todo lo susodicho en el viage, i entrada, i salida de la Tierra hasta bolver

Una vez dominado el hombre por el susodicho espiritualismo, aborrece le vida rústica y el idilio y la égloga. Aminta y Silvia, Dafnis y Cloe, y Baucis y Filemon le parecen entes insufribles. Lo que se opone, pues, a lo natural es lo artificial. Lo que tira a destruir el encanto poético del mundo es el espíritu de la industria, no el de la ciencia, ni el de la religión, ni el de la filosofía.

Pero en trueque papeles a carga: no queda más remedio... nóminas... listas de préstamos... no resta más senda, Mercado amigo, que aplicarle a este prestamista la receta que mi capitán Francisco de Carvajal le aplicó al susodicho notario romano, el de los 200.000 escudos. O múltese Antúnez, o sus papeles sufrirán el auto de fe más riguroso que ha visto Toledo.

Alguna vez desde el fondo del susodicho abismo le llamaba la tentación; entonces retrocedía el sabio más pronto, ganaba el terreno perdido, volvía a las calles anchas y respiraba con delicia el aire puro; puro como su cuerpo; y para llegar antes a las regiones del ideal que eran su propio ambiente, cantaba la Casta diva o el Spirto gentil o el Santo Fuerte, y pensaba en sus amores de niño o en alguna heroína de sus novelas.