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-La causa dese dolor debe de ser, sin duda -dijo don Quijote-, que, como era el palo con que te dieron largo y tendido, te cogió todas las espaldas, donde entran todas esas partes que te duelen; y si más te cogiera, más te doliera.

Al llegar al portal, y al decir a D. José: «dese usted una vueltecita por el barrio y vuelva aquí dentro de media hora», ya había ella desarrollado en misma cien visiones distintas de lo que había de pasar. Cuando ella entraba, salían las dos niñas de Pez con su mamá para subir al coche que las esperaba en la calle. ¡Qué elegantes!

Después de carreras, exclamaciones y cabildeos, bajó la criada a abrir la puerta, y subió al punto diciendo: Que aquí está el tutor de la señorita Carmen. La señora de la casa, tan espavecida corno si la hubiesen dicho: «Dése usted presa», contestó con un leve esbozo de sonrisa: Que pase..., que pase....

-Cismáticos queréis decir, amigo -dijo el barbero-, que no flemáticos. -Así es -replicó el ventero-; mas si alguno quiere quemar, sea ese del Gran Capitán y dese Diego García, que antes dejaré quemar un hijo que dejar quemar ninguno desotros.

Este aprovechó un momento en que Visita se detuvo para saludar a una familia que ella había recomendado al Obispo, y acercándose al oído de la joven dijo en tono de paternal autoridad: Ha hecho usted mal, pero muy mal en acompañar a esta... loca. Pero si me votaron... Si usted no fuera de esa junta... Papá espera a usted hoy a comer. Iba a escribirle yo misma, pero dese usted por convidado.

27 Y ahora esta bendición que tu sierva ha traído a mi señor, dése a los criados que siguen a mi señor. 28 Y yo te ruego que perdones a tu sierva [esta] maldad; porque el SE

La culpa tengo yo de que se atrevan Por la quietud con que en mi casa vivo. La buena vecindad lo causa. Basta; Que yo lo enmendaré de aquí adelante, Y dése buen principio en esta noche. Nueve, los más gallardos de vosotros, Ensillen sus caballos y armen luego; Que quiero poner miedo a estos villanos, Y que no tengan de sosiego un hora.

Pero dése vuesa merced priesa, señora Trifaldi, que es tarde y ya me muero por saber el fin desta tan larga historia. - haré -respondió la condesa. Capítulo XXXIX. Donde la Trifaldi prosigue su estupenda y memorable historia

-Todo lo creyera yo -respondió Sancho-, si también mi manteamiento fuera cosa dese jaez, mas no lo fue, sino real y verdaderamente; y vi yo que el ventero que aquí está hoy día tenía del un cabo de la manta, y me empujaba hacia el cielo con mucho donaire y brío, y con tanta risa como fuerza; y donde interviene conocerse las personas, tengo para , aunque simple y pecador, que no hay encantamento alguno, sino mucho molimiento y mucha mala ventura.

-Debía de ser -dijo a este punto Sancho- el tal puñal de Ramón de Hoces, el sevillano. -No -prosiguió don Quijote-, pero no sería dese puñalero, porque Ramón de Hoces fue ayer, y lo de Roncesvalles, donde aconteció esta desgracia, ha muchos años; y esta averiguación no es de importancia, ni turba ni altera la verdad y contesto de la historia.