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Las tropas, sin abrigo, caladas hasta los huesos durante la noche por la lluvia torrencial, sentíanse ateridas. Un viento furioso obligaba a los hombres a mantenerse tendidos en el suelo. Al amanecer, los turcos, aprovechando esta situación, cayeron por sorpresa sobre el ejército, que casi se desbandó.

No entraba inmediatamente, sino que se quedaba en el pórtico viendo el desfile, caladas las gafas y sonriendo a unos y a otros. ¡Señor don Raimundo, aquí! ¡Señor don Raimundo, allá! Era alguien que le reconocía o alguien que le necesitaba. Charlaba con todos, pedía informes y daba noticias, y a lo mejor se escurría, rodeaba la manzana e iba a apostarse en la puerta de la calle Piedad.

Doña Manuela en el sitio preferente, empolvada y retocada con tal arte, que su rostro producía cierta impresión asomando por entre los festones de la negra blonda; y frente a ella, las niñas, graciosísimas como un cromo de revista taurina, con zapatito bajo, medias caladas, falda de medio paso con red cargada de madroños y mirando atrevidamente bajo la nube blanca que envolvía sus adorables cabezas, cerrándose sobre el pecho con un grupo de claveles.

Chorreaban los rostros, las blusas caladas de agua humeaban como ropa blanca puesta a secar en estufa, y en pleno invierno los infelices pasaban así días enteros, hasta las noches inclusive, acurrucados en sus mojados asientos, tiritando entre aquella humedad malsana, porque no se podía encender fuego a bordo, y muchas veces era difícil ganar la costa... Pues bien, ni uno de aquellos hombres se quejaba.

La pila ochavada de la fuente, y su tazon de forma tosca, sostenido en cuatro fustes cilíndricos sin ninguna moldura, que son evidentemente trozos de columnas antiguas, parecen reliquias de un bautisterio mozárabe. Pues vamos ahora á contemplar el arte cristiano del siglo XV con toda la gala de sus cenefas caladas, conopios, agujas y frondarios.

Veía en la densa obscuridad la Galería Víctor Manuel, de Milán, con su inmenso arco triunfal, boca gigantesca que parece querer tragarse la catedral; el Duomo, que se alza a pocos pasos, coronado por un bosque de estatuas y caladas agujas.

Los brillantes escuadrones de las dos grandes órdenes militares se adelantaron en formación perfecta, y cuando ya los arqueros preparaban sus armas vieron con sorpresa que sus enemigos se detenían, blandiendo lanzas y espadas, y que de sus filas se adelantaban dos guerreros armados de punta en blanco, caladas las viseras y con grandes penachos blancos que sobre los relucientes yelmos ondeaban al viento.

Observa las estátuas que coronan su dintel, su noble actitud, el grandioso estilo de sus ropages; las repisas en que estriban, las caladas umbelas que las cobijan; las cenefas de hojas y animales que contornan sus arcos, que tapizan las agujas de sus estribos. J. Donen, Madrid. Lit. de J. Donen, Madrid Lit. de J. J. Martinez. Madrid.

Las dos bóvedas ó baldaquinos, la que gira en torno del machon del viril, y la otra superior que cobija la imágen de N.ª S.ª, estan en la parte esterior disfrazadas con elegantes arcos conopiales, con sus grumos y preciosa crestería. Y las torrecillas que suben de los cuerpos bajo y principal estan cuajadas de estatuitas sobre sus lindas repisas y bajo caladas marquesinas.

En un magnífico lecho, que por muchas señales demostraba ser un lecho de mujer, y de mujer galante, hundido en los colchones, medio sepultado en las almohadas, revuelta la cabellera, caladas las antiparras, sosteniendo un libro en folio, leía Quevedo.