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Aquella misma noche, antes de separarnos, estando yo presente, le escribió a su marido. Le aviso al señor de Nièvres que está usted aquí me dijo. Y me di cuenta de lo que semejante precaución, tomada en mi presencia, implicaba de escrúpulos y resoluciones leales. No había visto a Julia. Estaba débil y agitada.

En la pintura, escultura, estatuaria, y otras semejantes facultades domina la imaginacion, pues de ella se vuelven á copiar las imágenes de las cosas. Los Poetas tienen por lo comun la imaginacion vivaz, agitada y fuerte, el ingenio agudo y descubridor, pero corto el juicio, porque aunque algunos le tienen, pero son muy pocos. Los Dialécticos ocupan todo el ingenio.

Al caer la tarde, comenzó a sonar un piano viejo en el piso alto del chalet, éste se conmovió con el taconeo de una agitada mazurca. Los señoritos habían vuelto de su excursión por «la montaña», y bailaban, no sabiendo sin duda cómo pasar el tiempo.

El Fidel comenzó a recorrer el salón con la cola agitada, oliendo en todas partes: luego salió como un torbellino, recorriendo los pasillos, entrando en las habitaciones, buscando, olfateando. Entró de nuevo, miró a Tristán, dejando escapar quejidos lastimeros, se fue a la puerta de la calle, volvió y repitió varias veces esta maniobra. El pobre animal buscaba a su ama.

Pasó una mano por la espalda de Torrebianca, acariciándole con expresión paternal, mientras el marqués conservaba oculto el rostro. Aborrecía ahora á su esposa, pero al mismo tiempo experimentaba un inexplicable malestar pensando que iba á separarse de ella para siempre. Agitada por su curiosidad femenil, esperó la mestiza con impaciencia la hora de la cita.

Luisa corrió a la puerta, gritando: «¡Es él, es él!» Y casi al mismo tiempo, una mano agitada buscaba el pestillo; abriose la puerta y apareció en el umbral un soldado, pero un soldado tan flaco, tan moreno y escuálido, con un capote gris con botones de estaño tan viejo y raído, con unas altas polainas tan destrozadas, que todos los allí presentes quedáronse, al verle, sobrecogidos.

Durante todo él estuvo nerviosa, agitada dulcemente, como la colegiala que espera ver a su amante escalar de noche las rejas del balcón. Cuando llegó la hora, dijo a su padre que le dolía la cabeza, para retirarse temprano.

Sentía frío hasta en la raíz de los cabellos al pensar que antes de dos días se vería sola, vagabunda por Europa, cayendo de nuevo en aquella vida agitada y loca a través del arte y del amor. Después de haber gozado la dulzura de la pasión más fuerte de su existencia, lo que ella creía su primer amor, resultaba cruel lanzarse de nuevo en una navegación sin rumbo a través de las tempestades.

Mi tía Medea era muy dada a la política; ella pretendía tomar parte en el Gobierno, y era, por consiguiente, amiga de la situación. La época en que yo me criaba era muy agitada. Hacía poco tiempo que se había dado la batalla de Pavón. Quería mi tía llevarlo todo a sangre y fuego, y su divisa era «o por la ley o por la fuerza».

Por último, si examinamos la acción en su totalidad, ¡cuán rápido es su curso, cuánta vida y animación en sus partes! ¡Cuán completa es la ilusión que nos arrastra en medio de la existencia más agitada, entre estos grupos que pasan con rapidez ante nuestros ojos, entre estas escenas guerreras cuyo belicoso tumulto creemos escuchar!