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Actualizado: 24 de junio de 2025


Entró Andrés en la una, que era la mayor del rancho, y luego acudieron a verle diez o doce gitanos, todos mozos y todos gallardos y bien hechos, a quien ya la vieja había dado cuenta del nuevo compañero que les había de venir, sin tener necesidad de encomendarles el secreto; que ellos le guardan con sagacidad y puntualidad nunca vista.

Mandó echar el esquife para traerle, y mandó amainar la entena para ahorcar luego luego al arráez y a los demás turcos que en el bajel había cogido, que serían hasta treinta y seis personas, todos gallardos, y los más, escopeteros turcos.

Dicen que no soy feo, pero soy desmañado, torpe, corto de genio, poco ameno; tengo trazas de lo que soy; de un estudiante humilde. ¿Qué valgo yo al lado de los gallardos mozos, aunque algo rústicos, que han pretendido a Pepita; ágiles jinetes, discretos y regocijados en la conversación, cazadores como Nembrot, diestros en todos los ejercicios de cuerpo, cantadores finos y celebrados en todas las ferias de Andalucía, y bailarines apuestos, elegantes y primorosos?

Siguen al estandarte sus vanderas De gallardos alfereces llevadas, Honrosas por no estar todas enteras. Las cajas á lo belico templadas Al milite mas tardo vuelven presto, De voces de metal acompañadas. Y porque mas se turbe, y mas se asombre El enemigo desigual y fiero Llegó el gran BIEDMA de inmortal renombre.

Notamos, por último, el resplandor del oro y de la plata, el lujo de las vestiduras y la magnificencia de los que a recibirnos venían. Hice entonces que el cochero aguijase los caballos, y pronto estuve cerca del Rey Nanar, que venía en un soberbio palanquí de bambú, sándalo y nácar, sostenido por doce gallardos mancebos.

Si a esto agrega usted que tarde o temprano... Un golpe violento de tos cortó la palabra a don Mariano. Era un hombre grueso, alto, con barba y cabellos blancos; aquélla muy crecida. Sus ojos negros brillaban como los de un joven, y en sus mejillas sonrosadas el tiempo no había conseguido labrar profundos surcos. Sin duda había sido uno de los jóvenes más gallardos de su época.

Nunca el arte clásico antiguo hubiera fiado tan espaciosos vanos á tan sutiles apoyos, como son esas columnas que de dos en dos envían á las parejas opuestas los gallardos arcos festonados que sirven como de embocadura al edificio de Almanzor.

Hacía propósito de no volver a pescar alimañas de tan poca sustancia, y se figuraba estar tendiendo sus redes en mares anchos y batidos, por cuyas aguas cruzaran gallardos tiburones, pomposos ballenatos y pejes de verdadero fuste. Su mente soñadora la llevaba a los días del próximo invierno, en los cuales pensaba inaugurar una campaña social tan entretenida como fructífera.

Parecía imposible que un hombre pudiera vivir tranquilo en tal estado de trampas y enredos. Sin embargo, nuestro gallardo joven vivía con la misma admirable serenidad de espíritu e idéntica alegría de corazón, y como él otros muchos de sus amigos y consocios según tendremos ocasión de ver, tan arruinados aunque no tan gallardos.

Momentos después de partir el break, la Pampita percibía claramente el repiqueteo del cascabel del cadenero y las voces de Hipólito: ¡Jiú!... ¡jiú!... ¡jiú!... Si Lorenzo y Ricardo habían salido hondamente entusiasmados con la visita a la «Pampita», ésta, había quedado más impresionada que en otros casos, ante la presencia de aquellos dos buenos mozos, gallardos y cultos.

Palabra del Dia

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