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El marino había visto estas vegetaciones pétreas, como bosques sumergidos, en el fondo del mar Rojo y en los mares del Sur. Había navegado sobre ellas haciéndose la ilusión de que por las entrañas azules del Océano circulaban anchos ríos de sangre.

Allí, pocos días antes de mi partida, siguiendo con los ojos el movimiento de la onda y transportándome con el pensamiento a los mares lejanos que debía atravesar penetrado de dolor, a la idea de una separación quizás irreparable ; así una mano de Eulalia y la inundé de lágrimas.

El pobre diablo acababa de llegar de Terranova y a fin de mes partía para los mares de la China, donde había de permanecer cinco años, y encontraba muy natural abrazar a su mujer, entre dos viajes. La librea de sus criados le hizo guiñar los ojos, y los esplendores de su mobiliario le acabaron de deslumbrar.

Esta pregunta se hicieron los navegantes, viniendo Magallanes á resolver el problema, enseñando en su Estrecho la unión de los mares y el paso para dar la vuelta al mundo.

¡La dejé...! Mis patrios lares, ¡Arbol deshojado y seco! ya no repiten el eco de mis pasados cantares. Yo crucé los vastos mares ansiando cambiar de suerte, y mi locura no advierte que, en vez del bien que buscaba, el mar conmigo surcaba el espectro de la muerte. Toda mi hermosa ilusión, amor, entusiasmo, anhelo, allá quedan bajo el cielo de tan florida región.

Para que pudiesen llevar á cabo lo que habían determinado, la casualidad les deparó que hubiera en el puerto un buque, una de esas embarcaciones de dudoso carácter, cosa muy común en aquellos tiempos, que sin ser realmente piratas, recorrían sin embargo los mares con muy poco respeto á las leyes de propiedad.

Entonces la Luna mantiene a los mares en una perturbación continua dijo Cornelio. Así es; pero no sólo la atracción de la Luna produce las mareas; pues el Sol también tiene su parte en ellas. ¿A pesar de lo lejos que está de nosotros? preguntó Cornelio. ; pero la atracción del Sol es menos intensa que la de la Luna, a causa, sin duda, de la enorme distancia que de él nos separa.

Juró todo lo que quiso el poeta, sin comprender qué es lo que Valencia podía esperar de él, simple marino errante por todos los mares. Labarta quiso acompañarle hasta la puerta, pero se hundió en su asiento, obediente al cariñoso despotismo de su compañera, que temía para él las mayores catástrofes.

Alentado con esta conquista del reino de Pacen, en la que tuvo no pequeña parte, Morsamor se puso a las órdenes de Jorge Brito y fue con él a una expedición contra el rey de Achin, cuyos súbditos, inquietos y belicosos, infestaban con sus piraterías aquellos mares.

Miguel Fedor había pasado en los mares una parte considerable de su vida, y simpatizó con este joven modesto al conocer la especialidad de sus estudios. Hablaron largamente de oceanografía, y el día anterior, el príncipe Miguel, que estaba habituado á tener una gran mesa por la que desfilaban los comensales más diversos, dijo á su «chambelán»: Muy simpático tu sabio. Invítalo á almorzar.