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Actualizado: 14 de septiembre de 2024
La dije: Te he perdido, he querido perderte: siento que mi culpa es irreparable. ¡Pero si tú supieras lo que pasa dentro de mí! Te pido por favor que no me abandones en este momento en que todo se derrumba en torno mío. Más tarde harás lo que quieras... Ese mismo día, el día de la tempestad había hablado usted también. Estrechada entre nuestras dos pasiones, resolvió morir.
Allí, pocos días antes de mi partida, siguiendo con los ojos el movimiento de la onda y transportándome con el pensamiento a los mares lejanos que debía atravesar penetrado de dolor, a la idea de una separación quizás irreparable ; así una mano de Eulalia y la inundé de lágrimas.
A la verdad, este secreto no era mío, y aun cuando la más inocente de las casualidades me lo hubiera hecho conocer, puede ser que la estricta probidad exigiese que lo dejara llegar en su hora, á las manos á que está destinado; ¡pero cómo, si esperando ese momento el mal irreparable se consumiría! ¡Los lazos más indisolubles nos separarían! ¡La piedra de la tumba iba á caer para siempre sobre mi amor, sobre mis esperanzas, sobre mi corazón inconsolable! ¿Y lo soportaría cuando podía impedirlo con una sola palabra?
Una sobre todo irreparable contestó el inglés con tanta congoja como la de D. Alonso . Hemos perdido al primero de nuestros marinos, al valiente entre los valientes, al heroico, al divino, al sublime almirante Nelson».
Y el hombre se salvaría, así como la familia y los hijos: pérdida á menudo irreparable, pues, lo he dicho y lo repito, cada uno de esos hombres es la tardía producción de una prolongada tradición de industria; siendo en sí una obra artística, de arte humano, tan poco conocido, donde la humanidad va elevándose, formándose, como potencia de creación.
Un poder extraño te mueve hacia ella; tienes al mismo tiempo la sensación de caer en un abismo y escuchas como carcajadas lejanas de un espíritu maligno, que quisiera atraerte una irreparable condenación. Has tomado, sin comprender cómo, las manos que ella apoyaba en el borde de la cuna.
Saltó de la cama y encendió luz, paseando furiosamente por su dormitorio. ¡Ya ha sido!... Repetía las mismas palabras con una obsesión cruel: se arrepintió de su generosidad, como si fuese un crimen. «¿Por qué no lo maté?» Luego volvía á su afirmación con un acento plañidero, considerando irreparable lo que ya había sido.
Juanito la veía al través de los años como una Máter dolorosa, acariciando dulcemente su cabeza de niño y pensando en el doctor Pajares, a pesar de su reciente viudez. Ya no creía en su madre. La fe se había rasgado en él como una virginidad irreparable. Le nacía daño el canto infantil, y para no llorar salió rápidamente del paseo, siguiendo el pretil del río.
Nada la pedía, pero deseaba y debía decirla que en el mundo nada hay irreparable; que esta vida sería verdaderamente demasiado amarga si la esperanza no la hiciera soportable. Otra cosa más cierta la dije, una cosa muy triste: que hay más gozo en la expectación que en la obtención; que por eso la esperanza es el mayor bien.
Su grande amiga, la mujer resuelta de todas las épocas; vencida en dos revoluciones, pronta a hacer una nueva a una sola indicación suya, había muerto; el partido entero la lloraba, era una pérdida irreparable, tan irreparable, que el más grande de los diarios de la América del Sur, le dedicó un sentido artículo necrológico, largo como un sermón de agonía, con muchas frases escogidas, que comenzaba recordando con mucho detalle a las antiguas madres griegas y romanas, las hacía atravesar la trayectoria de la historia en las múltiples combinaciones de los pueblos, y terminaba con un elogio de las virtudes de la difunta y una laudatoria especial a la mansedumbre de su carácter.
Palabra del Dia
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