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Sin embargo, aún necesitó el cristianismo muchos años de propaganda y el apoyo político de los Césares para acabar con él. Y ni aun así acaba, pues los dogmas son como los hombres, que al morir perpetúan algo de su ser en la familia que les sucede.

Mejor se está aquí, Fernando... ¡Bendito sea el calor!... Pero hay que reconocer la importancia de esa invención, que pone el frío al servicio del hombre y permite morir congelado lo mismo que en el Polo estando en pleno Ecuador.

D. Mario de la Costa, a juzgar por su palidez, estaba rezando en aquel momento el credo, preparado a morir cristianamente. Alargó al jefe de la familia su mano temblorosa y fría, y preguntó con voz que semejaba un estertor: ¿Cómo está usted?

Al oírme entrar en su cuarto escondió precipitadamente algo. Vi que era el arma. Al tal punto se sentía oprimida entre nuestras dos pasiones, que quería morir para libertarse... Comprendí que yo no tenía derecho de hablar, de haberme introducido en su habitación; que debía dejarla entregada a su destino, a la libertad, a la muerte, pero no podía.

Todo esto, Marcos, es seguro; pero nosotros somos hombres y cumpliremos nuestro deber: aquí moriremos. Hubo un instante de silencio; Marcos Divès frunció el ceño y no parecía muy convencido. ¡Morir nosotros! exclamó rascándose la cabeza ; no comprendo por qué debemos morir; esto no entra en mis planes; además, hay mucha gente que se alegraría...

El pobre padre no tenía en aquel momento más hijos en el mundo que su cosecha, el trigo enfermo, arrugado, sediento, que le llamaba á gritos pidiendo un sorbo para no morir. Y en esto pensó mientras su mujer arreglaba la cena. Roseta iba de un lado á otro fingiendo ocupaciones para no llamar la atención, esperando de un momento á otro el estallido de la cólera paternal.

Acreditóse en Córdoba la especie de que su madre se habia refugiado en la catedral huyendo del encono del rey que habia hecho morir al duque.

¿Debo morir? preguntó ¿ha llegado ya la hora?... Pues bien; que me fusilen. Aquí estoy. Algunos hombres volvieron la cabeza para ocultar sus ojos... Tuvo que saltar de la cama en presencia de dos vigilantes. Esta precaución era para que no atentase contra su vida.

Dexa, señora, el cargo á Silvia dello, Que tu verás lo que mi industria hace Por gusto tuyo y por provecho mio. Salen los tres morillos, y los cautivos, que van unos por agua y otros por leña, que son SAAVEDRA, SEBASTIAN, PEDRO ALVAREZ. Don Juan no venir, y no fuxir, aca morir. Aca morir. Aca morir, no fuxir, aca morir.

Mientras mas recia estaba la refriega, doblado esfuerzo mostraban los de á pie, que aunque heridos i con mas heridas de refresco, no curaban de apretárselas por no pararse á ello; pues el coraje de los enemigos no daba lugar mas que para matar ó morir. En esto Taric llegó al carro bélico, en que iba Rodrigo, lo acometió desaforadamente, i pasó de una lanzada el pecho del rei.