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VIVÍA muchísimo tiempo hace, en la costa del mar del Japón, un pescadorcito llamado Urashima, amable muchacho, y muy listo con la caña y el anzuelo. Cierto día salió a pescar en su barca; pero en vez de coger un pez, ¿qué piensas que cogió? Pues bien, cogió una grande tortuga con una concha muy recia y una cara vieja, arrugada y fea, y un rabillo muy raro.

A los ocho años de estéril matrimonio naciole una niña grande y hermosa, suceso que le alborozó como alborozaría a un monarca el natalicio de una princesa heredera; más la recia madre leonesa no pudo soportar la crisis de su fecundidad tardía, y enferma siempre, arrastró algunos meses la vida, hasta soltarla de malísima gana.

Parecía, en suma, y lo era en verdad, lo que se llama un hombre gastado fuera de sazón. Su amigo Ballesteros era lo contrario en lo físico y en lo moral, sin ser menos perdido: moreno lavado, de barba recia muy recortada, y negra como los ojos y el pelo; vivo de mirada y de frase, suelto y expresivo de ademanes, y bien trazado de contornos. Formaban ambos un contraste completo.

Entónces les contó en breves palabras el enano de Saturno, que tenia ménos recia la voz que Micromegas, con que gente estaban hablando, y su viage de Saturno: les informó de quien era el señor Micromegas, y habiéndose compadecido de que fueran tan chicos, les preguntó si habian vivido siempre en un estado tan rayano de la nada, y qué era lo que hacian en un globo que al parecer era peculio de ballenas; si eran dichosos, si tenian alma, si multiplicaban, y otras mil preguntas de este jaez.

El señorito Octavio permanecía de pie. En el marco de la puerta apareció de pronto la figura de un sacerdote anciano. Era de estatura más que mediana y vestía un balandrán bastante deteriorado y grasiento, y mostraba en lo erguido de su cuello y en su actitud firme que poseía una complexión recia.

Esta fuerza era el dios de don Policarpo. Por él se jactaba de estar poseído y de ser energúmeno. Para hacer milagros por su medio y en su nombre no tenía don Policarpo vara de virtudes; pero, en cambio, tenía una recia, puntiaguda y larguísima uña en el dedo meñique de la mano derecha, la cual uña le servía de ordinario como mondadientes.

La mayor parte de estas 24 horas hemos tenido pocos vientos, con buen tiempo, y mar muy recia. A las dos y media de la tarde dimos fondo en 15 brazas de agua en la Bahía de los Camarones. La isla mas al E, E cuarto de SE; otra isla S: la tierra firme mas al S, cuarto de SO; dicha mas al N, NNE, distancia milla y media.

16 Y el pueblo a quien profetizan, echado será en las calles de Jerusalén por hambre y por espada; y no habrá quien los entierre, ellos, y sus mujeres, y sus hijos, y sus hijas; y sobre ellos derramaré su maldad. 17 Les dirás, pues, esta palabra: Derramen mis ojos en lágrimas noche y día, y no cesen; porque de gran quebrantamiento es quebrantada la virgen hija de mi pueblo, de plaga muy recia.

¡Vaya Vd. con Dios, Padre! y desapareció bruscamente en la espesura. ¡Dios bendiga tu primer paso en la senda del bien, hijo! repuso en recia y conmovida voz el Cura, y salve tu alma, que pierdes entregándola á tus malas pasiones.

Allá en el confín del horizonte percibí una torre elevada, y al lado de ella otras varias más chicas. ¡Sevilla! ¡Sevilla! grité con voz recia, sin poder reprimir la extraña y viva emoción que me embargaba. Y avergonzado en seguida de aquel grito, me volví para ver si mis compañeros se reían.