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Nanita decía Angela, la menor, una niña que entre otros defectos que ya irán saliendo, tenía el horrible e imperdonable de comerse las uñas, Nanita, vas a desenredarme el pelo y hacerme la trenza. Así; perfectamente. Misia Gregoria llegaba: Anda, hija mía, ve cómo esa condenada de cocinera prepara el escabeche; entiendes de guisos.

Cristela le repuso: Haz de cuenta que sus pecas son las monedas de oro de su dote. El príncipe Fénix añadió: Su pelo es rojo y su cuerpo parece agobiado...

Ya tienes tu ramo de helechos y manzanilla atravesado en el pecho, como la banda de una gran cruz, y tu manojito en el pelo, y tu ramillete en la mano. ¿Y después? Después, y también antes, de rato en rato, veré lo que va dibujando Leto, y cómo cazan ustedes... hasta que llegue la comida, que de seguro llegará mucho antes de que pueda yo empezar a aburrirme.

Siendo juez en Allariz, tuve un fuerte dolor, y como no había dentista, el promotor me sacó tres con unas tenacillas de rizar el pelo su señora. De resultas de eso me atacó una inflamación terrible en la boca, ¿sabe usted? Fui a Madrid, y Ludovisi, el dentista de la reina, me quemó las encías con un hierro candente y me sacó siete buenas... Van quince murmuró Valero.

Ya que se te puede dejar impunemente en el serrallo del Gran Turco o en el coro de las once mil vírgenes. Vamos al grano. Quiero concederte que esa chica ha sufrido cierta modificación, y que después del viaje no es la misma que antes del viaje. Pero, ¡hombre de Dios!... Esa es una modificación insignificante. Si le hubieran cortado el pelo se le notaría más.

Sin embargo, como lo primero es el partido, voté. Luego tuve que ir al Círculo para buscar a uno. ¿Jugaste? Poco: hasta las siete. ¿Y qué tal? Medianamente; gané mil pesetas. Pues me vienen al pelo.

No, no lo seré exclamó Maltrana . Presento la dimisión de la cartera; crisis total. Pero ¡déjame el pelo, niña, que me haces daño!

Dícenme que es muy elegante llevar así el cabello, largo y empastado, como una peluca natural, si caben juntos los dos términos. Para terminar el tocado se ponen una espesa capa de vaselina, a fin de que brille mucho el pelo, única cosa brillante en sus cerebros. Después, cuando van de visita, dejan en los respaldos de los sillones y almohadillas la huella de sus peinados.

¡Ca!... Eso es refinamiento de coquetería; que te empolvas el pelo, como las marquesas de la corte de Luis XV... Ya voy teniendo algún punto de contacto con ellas... exclamó riendo la marquesa . A lo menos, en lo añejo de la fecha.

Los amigos no le perdonan que tenga buena sombra y que de vez en cuando les tome un poco el pelo. Uceda se sintió mortificado por esta respuesta picante, pero tuvo fuerzas para disimular y dijo con acento grave y resuelto: Tendrá toda la sombra que quieras, pero no ha sabido portarse como persona decente ni con María ni con su amigo Velázquez, á quien debe favores y dinero.