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Actualizado: 17 de julio de 2025
En ese instante, una criada, vestida sólo de angosta falda verde y amarilla, presentose en la estancia, apoyando en sus morenos pechos desnudos un dorado azafate, sobre el cual venían los pomos, los botes, los pinceles, las tenacillas y otros menudos objetos que el mancebo no alcanzó a distinguir.
Baste decir que desaparecieron en una noche las vinajeras, y un estuchito de costura de Obdulia; otra noche dos planchas y unas tenacillas, y sucesivamente elásticas usadas, retazos de tela, y multitud de cosas útiles aunque de valor insignificante. Libros no había ya en la casa, y Doña Paca no se atrevía ni a pedirlos prestados, temerosa de no poder devolverlos.
Después, entre Juanita la lañadora, las niñas de al lado y yo, cogimos una cómoda, y echándola a la calle aplastamos a dos. Querían subir a matarnos; pero ¡quía! Todo facha, nada más que facha. Más de cuarenta mujeres nos apostamos en la escalera, unas con tenedores, otras con tenacillas, estas con asadores, aquella con un berbiquí, estotra con una vara de apalear lana.
A todo tirar gastaré cinco reales... Unas tenacillas de florista, pues las que tengo son un poco gruesas: tres reales. Un cristal bien limpio:real y medio. Cuatro docenas de pistilos muy menudos, a no ser que pueda hacerlos de pelo, que lo he de intentar: dos y medio. Total: quince reales.
Almorranas y muermo, sarna y ladillas, su mujer se las quita con tenacillas.» El Cojuelo le dijo a don Cleofás: ¿Qué te parece los testimonios que nos levantan estos ciegos y las sátiras que nos hacen?
Siendo juez en Allariz, tuve un fuerte dolor, y como no había dentista, el promotor me sacó tres con unas tenacillas de rizar el pelo su señora. De resultas de eso me atacó una inflamación terrible en la boca, ¿sabe usted? Fui a Madrid, y Ludovisi, el dentista de la reina, me quemó las encías con un hierro candente y me sacó siete buenas... Van quince murmuró Valero.
«Si quiere usted contemplar toda la gracia del mundo, míreme a mí dijo Ballester, que dejando la vara, dio una vuelta, cogiéndose los faldones de la levita . Estoy guapo, ¿sí o no?». Ballester ostentaba aquel día zapatillas nuevas, estrenaba traje de lanilla de los más baratos, y se había ido a la peluquería, donde después de cardarle la caballera, se la habían rizado con tenacillas.
Era un sastre de Londres que, según decían algunas personas, se había vuelto loco a fuerza de engañar a la gente. No podía montar a caballo. Pretenden que no podía apretar el caballo, como si sus piernas fueran tenacillas. Mi abuelo le oyó contar eso al viejo squire Cass repetidas veces. Sin embargo, quería andar a caballo a todo trance, como si lo impulsara el demonio.
Escribiendo, era prolijo: su estilo se componía de las más crespas y ensortijadas frases que es dado imaginar. Pulía de tal modo su prosa, que parecía una cabellera con cosmético y bandolina, pudiendo servir de espejo; y sus versos eran tales, que se les creerían rizados con tenacillas. Nunca repitió una palabra en un mismo pliego de papel, por miedo á las redundancias y sonsonetes.
Corneta exclamaba mirando al Bucentauro, navío general . Bien haiga quien te puso Rayo decía irónicamente mirando al navío de este nombre, que era el más pesado de toda la escuadra... Bien por papá Ignacio añadía dirigiéndose al Santa Ana, que montaba Álava . Echa toda la gavia, pedazo de tonina decía contemplando el navío de Dumanoir ; este gabacho tiene un peluquero para rizar la gavia, y carga las velas con tenacillas».
Palabra del Dia
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