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Nada de jugadas. Esto queda para mi principal y sus amigos, que tienen mucho corazón. Lo mejor es llevarle el dinero al señor Morte y rogarle que lo invierta en papel del. Estado. Es un tío muy largo. Adivina el papel que puede subir y el que va a bajar.

Si tiene afición a subir montañas, encontrará en la república muchos picos dignos de su proeza o, si prefiere paisajes más amenos, los encontrará en el valle de Yungas, una de las regiones más bellas de toda la América meridional.

Garay de Buenos Aires ha salido El río arriba, dicen, con mal pecho: Que desque uno se ve en gloría subido, A tuerto ha de subir su casa al techo. Y como en todo bien le ha sucedido, De su ventura estaba satisfecho; De guarda ò centinela no se cura, Que fué causa de triste desventura.

Una brisa fresca y violenta, que parecía anunciar la tempestad, hizo correr a los grumetes para recoger los toldos y subir los gruesos cristales del balconaje de proa, dejando abrigada esta parte del paseo.

Vieron a la vieja cocinera que acudía hacia ella con el peón jardinero. Este último, cuando estuvieron cerca, le gritó a Marta con altanería: Señora, dadle las llaves del cuarto alto a Mariana; la condesa lo manda. Y no resistáis a su orden, porque si no, recurriré a la violencia para quitaros las llaves. Os está prohibido subir.

Marroquín, que estaba paseando por el corredor y le vio subir, no tardó en seguirle también sin hacer ruido. A entrambos los siguió Miguel con más sigilo aún.

Yo amo la Naturaleza, Antonio dice Verdú : yo amo, sobre todas las cosas, el agua. El cardenal Belarmino dice que el agua es una de las escalas para subir al conocimiento de Dios.

Decíame que Joanelo no había hecho nada, que él trazaba agora de subir toda el agua de Tajo a Toledo de otra manera más fácil. Y sabido lo que era, dijo que por ensalmo: ¡Mire V. Md. quién tal oyó en el mundo! Y al cabo, me dijo: -Y no lo pienso poner en ejecución si primero el Rey no me da una encomienda, que la puedo tener muy bien, y tengo una ejecutoria muy honrada.

Tornó a subir para avisarle; el conde descendió, apagando cuanto podía el ruido de sus botas. A la puerta del pasadizo la medianera le dejó, después de abrirle la puerta. Bajose otra vez hasta tocar con las manos en el suelo para no ser advertido de la gente que pasase por la calle, y en esta forma atravesó el pasadizo de la tribuna. Abrió la puerta y entró. La oscuridad le cegó.

Y escabullóse del comedor y subió a saltos la escalera del patinillo y volvió a bajar y a subir con los zapatos del niño y la ropa del niño y la camisa del niño... El cielo estaba obscuro y a intervalos los cohetes estallaban con alegre estampido, trazando en el espacio un reguero de fuego y deshaciéndose en fantástica lluvia de colores.