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El caballero, sin esperar a que le quitasen las espuelas, llamó al huésped, y retirándose con él aparte en una sala, le dijo: Yo, señor huésped, vengo a quitaros una prenda mía que ha algunos años que tenéis en vuestro poder; para quitárosla os traigo mil escudos de oro, y estos trozos de cadena, y este pergamino. Y diciendo esto, sacó los seis de la señal de la cadena que él tenía.

Vieron a la vieja cocinera que acudía hacia ella con el peón jardinero. Este último, cuando estuvieron cerca, le gritó a Marta con altanería: Señora, dadle las llaves del cuarto alto a Mariana; la condesa lo manda. Y no resistáis a su orden, porque si no, recurriré a la violencia para quitaros las llaves. Os está prohibido subir.

Hete pues que á media noche llaman á la puerta de Zadig, le despiertan, y le entregan una esquela de la reyna: dudando Zadig si es sueño, rompe el nema con trémula mano. ¡Qué pasmo no fué el suyo, ni quien puede pintar la consternacion y el horror que le sobrecogiéron, quando leyó las siguientes palabras! "Huid sin tardanza, ó van á quitaros la vida.

también, por espías verdaderas, que han entrado en ese lugar cuatro personas disfrazadas para quitaros la vida, porque se temen de vuestro ingenio; abrid el ojo, y mirad quién llega a hablaros, y no comáis de cosa que os presentaren. Yo tendré cuidado de socorreros si os viéredes en trabajo, y en todo haréis como se espera de vuestro entendimiento.

Lo hay en esas fondas silenciosas, con comedores que se abren de tarde en tarde, solemnemente, cuando por acaso llega un huésped; en esos cafés solitarios donde los mozos miran perplejos y espantados cuando se pide un pistaje exótico; en esos obradores de sastrería que al pasar se ven por los balcones bajos y en que un viejo maestro, con su calva, se inclina sobre la mesa, y cuatro o seis mozuelas canturrean; en esas herrerías que repiquetean sonoras; en esos conventos con las celosías de madera ennegrecidas por los años; en esas persianas que se mueven discretamente cuando se oyen resonar pasos en la calleja desierta; en esas comadres que van a los hornos con sus mandiles rojos y verdes, o en esos anacalos que van a recoger el pan a las casas; en esas viejas que os detienen para quitaros un hilo blanco que lleváis a la espalda; en esos pregones de una enjalma que se ha perdido o de un vino que se vende barato; en esos niños que se dirigen con sus carteras a la escuela y se entretienen un momento jugando en una esquina; en esas devotas con sus negras mantillas que sacan una enorme llave y desaparecen por los zaguanes oscuros...

Dios, como es natural, se quedó estupefacto ante tal embajada, y estuvo a punto de hacer un escarmiento severísimo; pero como es tan misericordioso, acabó por rendirse a las súplicas de los hombres. Yo, hijos míos les dijo , no quiero que padezcáis sinsabores por mi causa; pero, por otra parte, no quiero quitaros tampoco la inteligencia, porque que no tardaríais en pedírmela otra vez.

¿Pero no se os ocurre que vuestro vencedor pudo quitaros las cartas? La reina no sabe que por guardarlas mejor llevo siempre las cartas conmigo. ¿Y no se sabe quién es ese hombre que ha defendido á la reina? No lo aún, pero lo sabré; le he hecho seguir por un hombre que no le perderá de vista.

Primero quitaros la capa, la daga y la espada como si estuviérais en vuestra casa, mandar, hacer y deshacer, y que cuando venga Dorotea os encuentre apoderado de vuestro lugar de dueño. Pero esto me repugna... Seguid mi consejo... por veinticuatro horas. Pero si lo sabe doña Clara. Yo me encargo de eso. Pero adiós. Me están esperando en las Descalzas Reales. Y Quevedo salió.

Os amaría menos, nada quizá, aunque esto sería muy difícil, si llevarais la vida que llevan todos aquellos a quienes he desechado... Cuando pueda seguiros os seguiré, y donde quiera que estéis, allí estará mi deber; donde quiera que vayáis, irá mi felicidad, y si llegara día en que no pudierais llevarme, día en que debierais partir solo, pues bien, Juan, ese día os prometo que tendré valor suficiente para no quitaros el vuestro... Y ahora, señor cura, no es a él, sino a vos a quien me dirijo... quiero que respondáis vos, y no él.

10 que cuando uno me dio nuevas, diciendo: He aquí Saúl es muerto imaginándose que traía buenas nuevas, yo lo prendí, y le maté en Siclag en pago de la nueva. 11 ¿Cuánto más a los malos hombres que mataron a un hombre justo en su casa, y sobre su cama? Ahora pues, ¿no tengo yo de demandar su sangre de vuestras manos, y quitaros de la tierra?