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Está cerrada a su terminación por la base de la torre de la basílica, esbelta y elegante como pocas en España, y sólo sirve de camino ordinariamente a los canónigos que van al coro y a las devotas que salen a misa de madrugada. En esta calle, corta, recta, mal empedrada y de viejo caserío, se alzaba el palacio de Quiñones de León.

Naturalmente, no me lo dice así en mi cara, porque es muy fina; pero en varias ocasiones en que no se trataba directamente de , le he oído expresarse duramente contra las personas demasiado devotas y cuyas prácticas diarias empequeñecen la religión. Sabe usted, sin embargo, señor cura, con cuánta facilidad se cae en la indiferencia cuando se descuida el rezar todos los días.

El campanero corría por las naves agitando su llavero, que asustaba a los murciélagos, cada vez más numerosos. Las dos devotas habían desaparecido. Sólo quedaban en la catedral el maestro de capilla y Gabriel. Por una nave baja avanzaban los vigilantes nocturnos, que iban a ocupar sus puestos hasta la mañana siguiente, precedidos por el perro.

La gente popular la miraba con cierta simpatía, como si con sus envilecimientos halagase el instinto igualitario de los de abajo. Las familias ricas y devotas que no podían negar su parentesco con los de San Dionisio, buscado antes como un título de orgullo, decían con resignación: «Debe de estar loca; Dios tocará su alma para que se arrepienta».

Apénas llegó á la posada, le acometió una ligera enfermedad originada del cansancio; y como llevaba al dedo un enorme diamante, y habian advertido en su coche una caxa muy pesada, al punto se le acercáron dos doctores médicos que no habia mandado llamar, varios íntimos amigos que no se apartaban de él, y dos devotas mugeres que le hacian caldos.

Pronto se convenció de que era más difícil cambiar la vida de aquellas beatas que la de un pecador empedernido. Le causó gran desaliento: comenzó a fastidiarse de aquellas nonadas, de aquellas confidencias domésticas insulsas y necias con que las devotas sazonan sus confesiones.

Los torerillos reían recordando sus primeras entrevistas a solas con estas devotas entusiastas.

Las cofradías y sociedades devotas de Nieva no tenían en su seno otro cofrade más activo ni más poderoso, y contaban con ella en los trances difíciles como con un ángel tutelar que sabría sacarles del atolladero.

Fray Miguel estaba más retraído y silencioso que nunca. De sus labios no brotaban sino las indispensables palabras que la necesidad o la cortesía nos obligan a pronunciar en la vida diaria, y no sonaba su voz en más largos discursos que los de las devotas oraciones que rezaba en el coro.

Conforme los sacaba los iba poniendo sobre el velador y miraba el rotulillo que de su puño y letra estaba escrito en cada uno. ¿Qué es eso? preguntó Navarro picado de curiosidad, sospechando que su amigo había puesto tienda de comestibles o droguería. Esto es tierra de la ruta de San Ignacio en Manresa, reliquia que solicitan mucho las personas devotas.