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Actualizado: 9 de septiembre de 2024
Y mientras que, semejantes a fantasmas, estas espesas nubes avanzaban lentamente, de improviso apareció Yégof gritando con voz seca: ¡Por fin estáis aquí! ¡Ya me habéis oído!
El recuerdo de los que esperaban al compañero muerto les daba nuevas energías. También ellos tenían sus churumbeles que podían aguardar el pan eternamente si daban un mal paso: ¡adelante! ¡adelante! Y con el valor audaz que da la lucha por los hijos, los dos mochileros avanzaban al través del peligro y de la noche. ¡Ay!
Sin duda por esto le volvió la espalda, dirigiendo sus miradas más allá del peñón en que está asentada Mónaco. Eso es hermoso, profesor: uno de los panoramas más dulces que existen. Por algo viene aquí la gente de todos los extremos de la tierra. Fijó su vista en unas montañas de color violeta que avanzaban sobre el mar en último término, como el final de un mundo.
Cuando estuvo otra vez en su embarcación notó que los muelles se iban cubriendo de pigmeos. Eran soldados vestidos con vistosos uniformes y que avanzaban denodadamente. Los que tenían arcos disparaban, pero sus flechas caían mucho antes de llegar adonde estaba el gigante, lo que hizo sonreir á éste despectivamente, no queriendo responder á la agresión.
Los mozos, sudando, hipando, echando ternos y cuaternos, avanzaban, encorvados, y el mueble, negro y lustroso, parecía un animal extraño, de muchas patas; misia Casilda se apartó, y cuando la procesión hubo pasado y el piano, dando encontrones, bajaba bufando la escalera, vió delante de sí a una niña de trenzas rubias, que la miraba, pasmada de sorpresa.
El campanero corría por las naves agitando su llavero, que asustaba a los murciélagos, cada vez más numerosos. Las dos devotas habían desaparecido. Sólo quedaban en la catedral el maestro de capilla y Gabriel. Por una nave baja avanzaban los vigilantes nocturnos, que iban a ocupar sus puestos hasta la mañana siguiente, precedidos por el perro.
Ojeda y Maltrana, que estaban en el combés, cerca de los grotescos personajes, avanzaban la cabeza como si pretendiesen entender algo de este relato. ¿Qué dice, Fernando?... Las palabras tienen cierto runrún, como si fuesen versos. Son aleluyas. No entiendo bien, pero me parecen bobadas para hacer reír a esta buena gente.
Estaba el «paso» detenido en una calle del barrio de la Feria, y ya la cabeza de la procesión había llegado al centro de Sevilla. Los encapuchados verdes y la compañía de «armados» avanzaban con belicosa astucia, como un ejército que marcha al asalto. Querían ganar La Campana, apoderándose con ella de la entrada de la calle de las Sierpes, antes de que se presentase otra cofradía.
Al terminar aquel día, los guerrilleros, que observaban lo que sucedía, como los inquilinos de una casa de muchos pisos, desde las diferentes quebraduras de la peña, vieron aparecer los uniformes blancos en los desfiladeros de alrededor. Avanzaban en masas compactas por todas partes al mismo tiempo, lo que revelaba claramente su intención de bloquear el Falkenstein.
Esta tenue y vacilante claridad se percibía siempre en la extremidad más lejana, visible al través de la selva, y parece como que se desvanecía ó se alejaba á medida que los solitarios viajeros avanzaban en su dirección, dejando aun más sombríos los lugares en que brillaba, por lo mismo que habían esperado hallarlos luminosos. Madre, dijo Perla, la luz del sol no te quiere.
Palabra del Dia
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