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Más que por mismos, temían ella y ellos por el ausente. ¡Santo Dios, si la epidemia le atacara en el camino!... ¿Tendría Dios dispuesto que no llegara a disfrutar el bien por tanto tiempo esperado?

Alentado con este no esperado triunfo, se avanza hacia San Luis, que apenas le opone resistencia. Pasada la travesía, el camino se divide en tres. ¿Cuál de ellos tomará Quiroga?

Su figura resultaba arrogante: más parecía soldado pronto a pelear, que hombre ansioso de convencer Al cabo de un rato, como paladín que ha esperado en vano a su adversario, salió tranquilamente del comedor. Pepe y Millán se fueron a dar una vuelta por las calles. En el portal, aquél preguntó a éste, aludiendo a la escena pasada: ¿Has oído? Vais a tener muchos disgustos.

Precisamente a esa hora del anochecer salía Muñoz de la casa de Julio. Le había esperado durante dos horas, a pesar de afirmarle el sirviente que no volvería antes de la una. Le hubiera esperado dos horas más, por la sensación de oscuro alivio que le produjo estarse allí, solo, y sentado al escritorio y entre las cosas de un hombre a quien odiaba ahora con toda su alma.

Felizmente no los hemos esperado, que si no, perdíamos el primer acto, que es precioso. ¿Por qué tardaron tanto? Hasta el último minuto, mi hermana no sabía si vendría... ¡Todo es bien, si bien termina, Jaime! respondió alegremente Martholl, instalando a María Teresa entre su tía y Diana.

¿Y Juanito? Pues Juanito fue esperado desde el primer año de aquel matrimonio sin par. Los felices esposos contaban con él este mes, el que viene y el otro, y estaban viéndole venir y deseándole como los judíos al Mesías. A veces se entristecían con la tardanza; pero la fe que tenían en él les reanimaba. Si tarde o temprano había de venir... era cuestión de paciencia.

Le he enviado un billete con un muchacho que encontré en la calle y cuya vuelta he esperado. La halló sola en la cocina, y nadie lo ha visto. A las once estará ella en la presa... y yo ¡ay!... yo también. Juan, no hagas eso... ¡te lo suplico! exclama Franz con angustia; ¡te va a suceder una desgracia!

Pasó este día y el siguiente en una profunda ansiedad y prestó el oído á todos los ruidos del camino creyendo á cada instante ver llegar á Mauricio. Todas las noches se acostaba con el corazón oprimido, diciéndose: "¡Mañana será!" Y el día siguiente no traía tampoco noticias del marido esperado, que no venía. Al cabo de cuatro días Herminia empezó á sentir cierto despecho.

En el Borne se separaron con frío saludo, sin darse la mano. Cuando Jaime entró en su casa era casi de noche. Madó Antonia tenía sobre una mesa del recibimiento una candileja de aceite, cuya llama parecía hacer más densas las tinieblas de la vasta pieza. Los ibicencos acababan de marcharse. Luego de almorzar con ella y vagar por la ciudad, habían esperado al señor hasta el anochecer.

Pasó un año que en su reloj sólo representaba un segundo; luego pasó un siglo de igual duración... y al fin estalló el esperado trueno, temblando el «abrigo», pero con blandura, con sorda elasticidad, como si fuese de caucho. La explosión, á pesar de esto, resultaba horrible. Otras explosiones menores, enroscadas, juguetonas y silbantes surgieron detrás de la primera.