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Os reiríais de , si os lo dijese. Creo que no. Ensayad. Pues bien, señora, el matrimonio es para el amor por excelencia... Puede ser que el amor en el matrimonio sea un sueño, pero es el mejor de los sueños, y si alguna vez se realiza, aunque sea a medias, no debe haber en el mundo nada más agradable y elevado.

Puede contárselo todo al príncipe, porque es el único que conoce su secreto. Es otra mujer. Ya no la preocupan los países de amor, donde las mujeres se casan sin dote. Después de muerta la duquesa, es una candidata al matrimonio, que ofrece con la cesión de su mano más de trescientos mil francos.

Lo mismo mi cuñada que sus padres tienen bastante dignidad para no acordarse más del santo de tu nombre. Pero has sido mi amigo hasta ahora, me has dado parte de tu matrimonio con mi hermana política, y al romperlo tan bruscamente creo tener derecho a pedirte una explicación.

Ojeda ocupaba una mesa con Mrs. Power y el matrimonio Lowe. No sabía con certeza si era él o su amigo el yanqui el autor de la invitación, pero ésta había interpretado los deseos de Maud, que pareció transformarse al tomar asiento en un diván del café. Bebieron fuerte los tres compañeros de Ojeda. Mrs. Power tenía los ojos levemente lacrimosos.

Entretanto, á medida que el término fatal se aproximaba, la señorita Margarita perdía la vivacidad febril de que había parecido animada desde el día en que el matrimonio quedó definitivamente arreglado. Recaía al menos por instantes, en su actitud familiar de otro tiempo, de dolencia pasiva y sombría meditación.

En teoría se habla mucho de él; las muchachas pululan en Aiglemont. Pero el número limitado de los jóvenes casaderos hace que, si son muchos los llamados al sacramento del matrimonio, son pocos los escogidos.

En una de estas noches sembradas de estrellas, y en un banco de la plaza de Mina, fué cuando nuestro amigo Frasquito dejó señalado el día de su matrimonio. Hubo dificultades para arreglarse antes.

Isabel, al ver el estado de su hermana, opúsose a que hubiera ninguna clase de fiesta ni regocijo; dijo que no firmaría el contrato de su matrimonio hasta que Juanita pudiese asistir; y a pesar de las instancias de Fernando, aplazose el día de la boda.

Mucho trabajo me cuesta el favorecer las inclinaciones hacia el apreciable joven M. de *, a quien estimo en mucho a causa de sus excelentes cualidades y lo quisiera para esposo de mi hermosa Cesarina. La familia de mi marido se opone a este matrimonio por razones sociales de bien poca monta por cierto, pero yo tengo la seguridad de que habrían de ser felices uno y otro.

Desengáñese Vd., señorita, el matrimonio no está al alcance de todas las fortunas. ¡Cuando digo que piensa Vd. cosas muy raras! ¿De modo que una muchacha pobre no puede enamorar a un hombre rico, y viceversa? Lo primero no es tan difícil; pero el viceversa es punto menos que imposible. Explíquese Vd. Los encantos de la mujer no necesitan la ayuda del dinero.