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Por lo cual nos cobraron tanto afecto, que como si fuesen amigos antiguos, entraron los dos caciques con toda seguridad y confianza en nuestro barco y se pusieron al lado del P. Superior.

¡Cuántas veces, al atravesar Madison Square o los espacios sin fin del Central-Park, al verme rodeado de innumerables criaturas rubias, rosadas, respirando a pleno pulmón ese aire vivificante, encarnizadas en todos los juegos infantiles conocidos, he pensado en nuestros hijos, metidos entre los cuatro muros de la casa, creciendo sin color, como flores de invernáculo, sin más recurso que ir a sentarse sobre un triste banco de plaza, para ser retado por el gendarme apenas su piececito travieso pisa el césped amarillo y sediento! ¡Cuántas veces he envidiado esa educación física, desenvuelta a favor de las garantías y seguridad que arraigan la conciencia del derecho y comunican la confianza en la propia fuerza!

Por otra parte, Gonzalo, como todos los temperamentos excesivamente vigorosos, había nacido para los peligros; gozaba con ellos como si tuviera la seguridad de que la vida que corría exuberante por sus venas no podía secarse. No llegaron a la quinta de Soldevilla hasta las ocho y media. El Duque y sus padrinos los esperaban hacía rato. El primero no se presentó. Estaba dentro de la casa.

Y sin condición, sin promesa, sin seguridad de que dure mi dicha, me propongo gozar de ella con tan reconcentrada intensidad, que encierre y cifre yo siglos y siglos en pocas horas. Y con todo, aquí no puedo menos de hacerte la confesión que me apesadumbra por el temor de que te lastime.

Después, al momento que la vio entrar, corrió la mujer del pintor al encuentro de su amiga preguntándole con grande inquietud: ¿Qué hay?.... ¿qué ocurre? Hay en primer lugar que te traigo las excusas del marqués de Pierrepont, y además la seguridad de que en adelante no nos hará sonrojar la amistad que le profesamos.

Mientras Moisés en la cumbre del Sinaí conversaba con Dios, la baja plebe en la llanura adoraba rebelde el becerro. A pesar de mis pocos años, no teme mi espíritu rebeldías semejantes. Bien pudiera conversar con Dios con plena seguridad, si el enemigo no viniese a pelear contra en el mismo santuario. La imagen de Pepita se me presenta en el alma.

Encerrado allí de nuevo y en su cáscara erizada, en el pequeño nido que casi siempre encuentra empezado, concéntrase en mismo, en su regocijo solitario de seguridad benéfica. Que ronden mil enemigos por afuera, que las olas truenen ó mujan, todo esto le sirve de recreo.

Así, pues, nos dan tentaciones de creer que se arrepiente de un ensayo de libertad tan peligroso y que echa de menos el estado inferior, la seguridad de la vida común. El polípero produjo la medusa, y ésta hace el polípero volviendo á la asociación. Mas esa vida vegetativa es tan engorrosa, que á la siguiente generación vuelve á emanciparse y lánzase otra vez al acaso de su inútil navegación.

Al quedar solo, se desplomaba esta seguridad, dejando al descubierto una fe vacilante, igual á la de los otros. Van á llegar hasta París, si Dios no lo remedia se decía . Será necesario un milagro, otro milagro como el del Marne.

Esto lo dijo con un airecito de seguridad impertinente, en el cual adivinaba yo este pensamiento: «¡qué he de ser rechazado!...» Y ... ¿qué le dijiste? Estuve por darle allí mismo unas calabazas más redondas y más duras que su cabeza. Pero me contuve. Me daba cierta lástima apabullarle en su doble orgullo de rico y de aristócrata. En estos casos las disposiciones deben ser mutuas.